Hace pocos días participé como panelista en una interesantísima discusión relacionada a la movilización que se quiso denominar como expresión de protesta de los jóvenes ante la situación política del país, lo que llamaron “la generación del Bicentenario”.
Al margen de posiciones a un lado o al otro, en realidad nadie podría defender la violencia irracional, la destrucción de propiedad privada y pública -como ocurrió con las estaciones del Metropolitano por ejemplo- o el vandalismo que se desató en la ciudad de Lima. Todo fue montado, preparado, subvencionado, pagado.
¿Quiénes sufragaron esta operación extremista? Ya hay varios grupos investigando y recolectando testimonios, datos y pruebas, felizmente. Esperamos que antes de las elecciones nos den las respuestas que suponemos coincidirán con las versiones que circulan.
Pero volviendo a la introducción, en esa discusión se reveló algo que siempre he imaginado como la respuesta a los problemas del país y uno en especial: la participación de la gente en temas nacionales.
Siempre que nos reunimos, sea en casa -como antes, los fines de semana-, sea en el Zoom ahora, o usando diversas plataformas, nunca falta un resentido, desubicado o manipulador que trata de hundir el diálogo diciendo “¿ya resolvieron los problemas del país?”, como presionando para que no se hable de política, de economía, de trabajo, o de lo que uno piense que puede ser campo de debate, ideas o propuestas.
Esos que menosprecian, son los que van en paralelo dañando las mentes jóvenes, hundiendo el puñal del odio, fomentando la degradación moral y viviendo del Estado, con cada gobierno, de rodillas, cómplices de todo mal y socios de toda corrupción. Pero si tú y tus amigos se juntan a hablar de política, te lanzan un ataque con burla y toda su historia de complejos para destruir el diálogo, y muchas veces lo han logrado hasta que se les puso un alto, hasta que se les dijo “¡Basta!” pero de manera educada, no como ellos lo hacen.
Pues bien, sobre esos menesterosos de la política, hambrientos del poder y secretarios del delito, se levantan grupos, talleres, escenarios de diálogo o blogs de inspiración personal que levantan la mirada, abren el camino y concitan interés.
Hoy quiero aplaudir a dos de ellos: Reflexiones con José Pardo y El blog de Juan Carlos Suttor, vale la pena leerlos, verlos, escucharlos. Ellos están haciendo cosas buenas por el Perú.