Ni marchas, ni cacerolazos, ni titulares en la prensa escrita o televisiva llamando a insurgir y protestar… todo es silencio, complacencia, complicidad y vivir protegiendo el crimen cuando éste lo realiza un aliado caviar, un protegido de izquierda, uno de esos miserables que hizo arder la ciudad de Lima para poner contra la pared a un presidente que había sido elegido siguiendo el debido proceso constitucional, ante la vacancia por incapacidad moral permanente de un mentiroso y acusado de corrupción.
Pero como era alguien de provincias, como era un señor sin los títulos académicos que ostentan algunos almidonados burócratas de la argolla caviar, como se trataba de alguien de clase media, se aliaron los medios de comunicación serviles, las ONG extremistas, dirigentes de gremios mercantilistas, grupitos de mucho título rimbombante y alcancía abierta para recibir nuestros impuestos, deportistas acomplejados y frustrados, junto a decadentes artistas y faranduleros quebrados, pero protegidos por el injusto e inmerecido bono estatal, liderados por viejos manipuladores de la prensa y el poder que ya tenían la agenda lista, el programa armado y las conexiones internacionales previstas para hacer rápidamente el efecto “solidaridad ideológica”, gracias al financiamiento de una poderosa mano que mueve cada cierto tiempo sus intereses hacia eso: desunión, desorden, ruptura de valores, enfrentamiento y odio.
Pero ahora, diciembre de 2020, en una semana han fallecido cinco peruanos en medio de la violencia y el desgobierno, y la prensa se calla y esconde -alquilada como siempre- al gobierno asesino en su responsabilidad; y los artistas dejan el escenario y las zapatillas para esconderse también en las playas del sur, y los deportistas se callan también y un grupo irregular que opera dentro de la Policía, bajo órdenes del gobierno como responsable, no aparece en las portadas.
Lo peor de todo, son los comentarios de algunas mofetas vizcarristas y ahora aduladoras del ocioso que se atornilla en Palacio, menospreciando la vida de nuestros compatriotas de provincia, rebajándolos a cualquier adjetivo, quitándoles dignidad y respeto. Mucho cuidado gentes de la gran caviarada, al final, la horca se ajusta en el cuello de los cobardes.