Dos mujeres inteligentes escriben en los principales diarios mediante columnas que opinión, aunque muchas veces –sus columnas- parecen de manipulación hacia el lector y el elector.
Esas mismas mujeres estuvieron en algún canal de televisión y de forma súbita salieron, sin afectar audiencias. Una de ellas es ardiente anti fujimorista ahora, mientras la otra es menos efusiva, pero ambas quieren demostrar que el fujimorismo les da náuseas. Esa es una parte de la historia.
Extrañas coincidencias, que ahora las tiene enfrentadas.
Dos mujeres de importante presencia en los medios, con imagen de seriedad y argumentos para todo lo que quieren decir, son llamadas por un candidato presidencial para la asesoría final de campaña, las une –entonces-, lograr que no gane otra mujer la presidencia. Las dos se ufanan de su labor, pero sólo una de ellas suelta el chisme después.
Unos periodistas –en otra escena de esta historia- viven intensamente de la campaña electoral y luego reciben asesorías y contratos ministeriales, de empresas del Estado, de algún organismo regulador, hasta de universidades que apuntan sus relaciones con el gobierno.
Todos están felices y forrados, es su derecho o su cuota, no lo sé, bien por ellos si están trabajando limpiamente, muy mal si siguen vendiendo su equilibrio profesional.
Pero lo que ocurre luego es lo que causa el desborde emocional. Aparece muy fuerte el tema Odebrecht, las relaciones complicadas de unos, la inocencia de otros y el acúsame que te acusaré.
Se produce un recambio en los medios y en algunas instituciones. Van estallando las bombitas en la prensa, tal vez el efecto más expansivo se da sobre los que están a la izquierda y siempre gritaban como su enemigo, soy inocente.
El año 2018 que ya pasó en realidad, nos enseña que no leemos prensa independiente todos los días, que no vemos periodistas equilibrados con una voz que cumple su labor profesional.
Oímos y vemos, leemos y nos asombramos con los militantes de una prensa que se ha vuelto el partido en contra de todo, una especie de anarquía y en paralelo, de ofensiva destructora que sólo alimenta el resentimiento, la ira, el enfrentar unos a otros.
Por ejemplo, si estás a favor del indulto, el calificativo más elegante es fujimorista. Si crees que el indulto es justificado, pero no era el momento o el procedimiento fue incorrecto, eres casi naranja. Si estás en contra, vas de terruco a caviar. Si no estás de acuerdo –que no es estar en contra-, como que te salvas muchas veces. Si no quieres opinar, te dicen inconsciente, cobarde, después no te quejes, por tu culpa estamos así….en fin.
Los que incentivan los calificativos son –ironías del destino- los periodistas, los comunicadores, los que deberían ser más bien definidos desde otra perspectiva.
Seguramente alguien dirá que no son todos. Yo respondo, no son todos en todo momento.
Cuando la prensa deja la Libertad y se inclina al odio, sólo produce iras, violencia y resentimiento. Ese drama es el que heredamos del 2017 y ha seguido éste 2018, pero ya calienta y cobra por adelantado al 2019.