Existen situaciones que exigen un cambio de conducta en los seres humanos. Una persona no puede guiarse solo por sus convicciones, es necesario que observe también las reglas y disposiciones de las autoridades una sociedad para darle coherencia a su modo de actuar.
Para todo se requiere siempre cordura y sensatez, mucho más cuando las situaciones son de emergencia y de peligro para las personas.
Cuando un país está en guerra, las autoridades suelen tomar medidas que restringen la libertad de las personas. Las medidas pueden ser acertadas o criticables. Lo que no puede ocurrir, no sería lógico ni tampoco inteligente, mostrar una rebeldía que ponga en peligro la vida de las personas.
Cultura de defensa contra el virus
Con relación a la pandemia en todo el mundo se han tomado medidas para evitar contagios y muertes. En un primer momento, sin experiencia y sorprendidos por la agresividad del virus, no se sabía qué hacer. Poco a poco ha ido creciendo una cultura de defensa, que ha llevado a que la población aprenda a vivir con el virus evitando los contagios.
Lógicamente no todo el mundo aprende. En el mundo hay mil teorías políticas, conspiracionistas y esotéricas. Aparecen videos y artículos “científicos” divulgados por los gurús de turno. No dejan de aparecer también los que se aprovechan de las situaciones difíciles para hacer sus negocios. Es lo que vemos todos los días.
Entre tanto palabreo desconcertante, va tomando cuerpo y seriedad el uso mundial de la mascarilla, el lavado de manos y la distancia social.
Elogio a la mascarilla
Fueron “tres patitos feos” en los inicios de la pandemia. A nadie le gustaba oír repetidamente que esas eran las medidas y que había que acogerlas. Las indicaciones cuando se oyen por primera vez suenan más como imposición y generan una suerte de rebeldía. Pero luego la inteligencia reflexiona y nos hace ver que allí encontramos, en los tiempos de pandemia, nuestra protección para ser libres y la gran responsabilidad para no contagiar a los demás.
Algo que no nos gustó al comienzo lo terminamos aceptando y lo hacemos nuestro. Con el tiempo va creciendo nuestro aprecio.
La mascarilla es ahora la prenda más importante porque nos está salvando la vida. Somos nosotros quienes aprendemos a usarla cada día mejor para nuestra propia salud y la de los demás.
Recuerdo que un camarógrafo de la televisión me decía: “yo le tengo un aprecio muy grande a mi cámara, la limpio siempre, la tengo impecable, porque ella me está ayudando a salir adelante como profesional y a ganar los recursos que son necesarios para vivir yo y mi familia”
Con la experiencia del año pasado y mirando lo que se viene todos deberíamos tenerle un afecto lleno de agradecimiento a la mascarilla que nos protege de caer en situaciones duras y difíciles que podrían ser letales. Hemos aprendido a quererla y a usarla bien. Llevarla es un deber moral que se ha convertido en un derecho que todos debemos defender.
Ya hemos aprendido bien que las armas más importantes para cuidarnos bien son: el uso de la mascarilla, el lavado de manos y la distancia social. Estos protocolos actuales han entrado a formar parte del nivel cultural que se requiere de los seres humanos para que puedan comunicarse y vivir en paz (P. Manuel Tamayo).
“En una entrevista concedida a la revista Science, el director general del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de China, George Gao, afirmó que el principal error que Europa y EEUU están cometiendo es no educar a la población a llevar mascarillas” (Belén Martín y Elena Plaza)
“Las mascarillas mal utilizadas o por sí solas no valen para nada, que deben usarse dentro de una estrategia integral (con el resto de medidas: distanciamiento, lavado de manos, etc”). (Belén Martín y Elena Plaza)
“El uso generalizado de mascarillas por parte de la ciudadanía para reducir la transmisión comunitaria del coronavirus está justificado, incluso en las fases iniciales y en las personas asintomáticas, teniendo en cuenta la alta transmisibilidad del SARS-CoV-2, la capacidad de las mascarillas de bloquear la emisión de gotas infectadas y los datos indirectos que muestran la eficacia de usar mascarillas. (Belén Martín y Elena Plaza)