Un ateo extremista y militante caviar, que odia a la iglesia católica pero, ironías del destino o bendición de su familia, tiene a sus hijos en una universidad profundamente católica –no me refiero a la invadida por la izquierda, aclarando-, ha pretendido usar las palabras de Su Santidad Francisco para acogerse a lo que jamás logrará, consideración por las tonterías que ha escrito en un medio local y hasta en forma de libro.
Si alguien se empecina en atacar, insultar, ofender y reclamar dineros y prebendas, ese mitad monje desertor y mitad soldado en abandono, es la pinta pura de la cobardía, y lo sabe, le duele, lo siente, vive en su acomplejada columna semanal las mismas letanías y dolores, la histeria que lo sacude, el odio que envenena aún más su delicado caminar, sólo, triste, abandonado.
Así que inventar frases y unirlas a sus palabras de odio no produce adhesión, sino rechazo, y lo sabe, le duele, lo siente en su casa de soledad, en su trabajo donde nadie lo quiere –y lo sabe también-, en la calle si es que alguien lo reconoce como el fruto envenenado de temores que cargan contra un sacerdote o varios más, contra una organización religiosa o una iglesia, no importa, él quiere algo más que reivindicación si es que la merece por algún trauma o crimen en su contra, si fuera verdad. Sin embargo, creo que quiere más dinero, poder, un pedestal, mitra y altar. Por ese lado está su peregrinaje de odio.
Ha sido descubierto como miembro de una red internacional de ataques a la iglesia, porque una abeja iluminada lo detectó y sacó al descubierto…entonces la oruga se enardeció primero en silencio, luego en gritos y huidas.
La verdad pues es una sola, se trata que el periodismo no viene del fango, ni del resentimiento de un frustrado y mediocre tecleador de laptop.
La verdad pues es una sola, y los monjes y soldados, al servicio de Dios y de la Patria, no le siguen y ya no le creen al salado y abandonado en sí mismo, porque la Fe y la Bandera son insignias de almas puras y nobles, jamás de invertidos que acarician el dinero para hacer daño, vivir del escándalo y arrodillarse al odio.
No hay que ser tan evidente, cuando se descubre a quien reclama justicia por un lado y defiende o patrocina a victimarios de decenas de jóvenes por otra parte, por un dinero para él sagrado, tal vez.
Mensaje final. Confiésate, aun tienes tiempo para el perdón.