Ahora es Taiwán, la que como Estado – aunque algunos no quiera reconocerlo como tal – exige a la comunidad internacional que condene a China por persecución religiosa, a poco tiempo de que entren en vigor nuevas reglas que exigen de los diversos grupos religiosos lealtad al Partido Comunista Chino.
En efecto, el 1 de mayo comenzarán a regir las normas emitidas por la Administración de Asuntos Religiosos de China para el ‘personal religioso’, supuestamente para impedir que éste sea “influenciado por fuerzas extranjeras o se involucre en actividades que pongan en peligro la unidad étnica o la seguridad nacional”.
Es cada vez más claro que esas reglas no son más sino un paso más en el viejo deseo del comunismo chino de sujetar la religión a su yugo. Las nuevas reglas exigen que los practicantes “amen ardientemente a su patria, defiendan el liderazgo del Partido Comunista Chino y se adhieran al sistema socialista”. Más claro no cantó el gallo.
Pero tal vez sí, el gallo de la voz del ministro de relaciones exteriores de Taiwán, Joseph Wu, quien twiteó: “El Partido Comunista Chino es el DIOS de las religiones en China”.
“#La recién anunciada Ley que Gobierna el Clero Religioso de Beijing ordena a todos los practicantes “autorizados” amar a la patria y adorar el liderazgo comunista y el socialismo. En pocas palabras, ¡el #CCP es el DIOS de las religiones en #China! ¿Qué tan bajo debemos ir antes de que el mundo libre diga lo suficiente? JW”, dice el tweet completo del ministro.
La portavoz de este ministerio, Joanne Ou, dijo ayer que ese despacho ha estado siguiendo con atención la deterioración de la libertad religiosa y la protección de los derechos humanos en China. Y que el gobierno de Taiwán continuará fortaleciendo las colaboraciones con el Vaticano y la Iglesia para promover la libertad religiosa.
Por su parte, parece que China cada vez menos resiste la existencia de Taiwán como nación independiente.
Diversos movimientos de tropas chinas en cercanías de Taiwán han motivado la respuesta de diversas naciones, como EE.UU., en un ambiente cada vez más tenso con repercusiones que podrían ser gigantescas.