En 1950 Plinio Corrêa de Oliveira promovió el lanzamiento del periódico mensual “Catolicismo”, hoy la más influyente publicación católica brasileña de actualidad, de la cual fue hasta su fallecimiento el principal colaborador. Alrededor del periódico se aglutinó una fervorosa y activa corriente de jóvenes universitarios, quienes al fundarse en 1960 la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) se integraron a sus cuadros.
Por eso el título del presente artículo va a la medida de los tiempos: El ‘ritmo’ de la virtud, el ‘ritmo’ del vicio. Hablemos entonces de estos “ritmos”, tema que no es baladí, como intentaremos mostrar, siempre queriendo estar en la línea de las consideraciones del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira.
Decía el Dr. Plinio que, por ejemplo, la velocidad con que comúnmente trascurren los programas de televisión, era más apropiada a ángeles que a hombres. La rápida sucesión de impresiones – normalmente atrayentes, sea por una especial belleza, o sorpresa, o cualquier otra atractibilidad emocional – le hacen difícil si no imposible al hombre parar para analizarlas racionalmente, y lo ‘encadenan’ a estar prisionero en su silla de espectador, sujeto por el placer sensible que producen esas imágenes.
Es claro, concluido el excitante programa, los sentimientos se mezclan, y aún si la película fue “buena”, también frecuentemente hay un sentimiento de frustración, como de tiempo que se perdió, pero no sólo.
Ese sentimiento, que puede ser más fuerte o no, es porque el proceso humano no realizó su ciclo completo.
Efectivamente, aunque se sienta placer con las sensaciones producidas por la rápida sucesión de imágenes, como el hombre no es solo sensibilidad sino sobre todo inteligencia, al no entrar ésta en juego, no se atiende a todas las apetencias humanas y ahí viene la frustración, incluso desde el punto de vista natural, del compuesto humano.
El problema, y es el mecanismo propio a todo vicio, es que el hombre que se habitúa al placer animal de la rápida sucesión de imágenes, debe luchar para salir de él como de cualquier otro vicio. Para eso debe implorar el auxilio de la gracia.
Los teóricos de ese tipo de comunicación acelerada conocen perfectamente, aunque sea solo de forma subconsciente, lo afirmado por Aristóteles, de que los sentidos son la puerta del alma, nihil est in intellectu, quod prius non fuerit in sensu. Solo que la comunicación acelerada de ese tipo esclaviza los sentidos y con ello al hombre entero, y lo envicia. Pero como esclavitud is money, pues trabajo realizado, con el consecuente daño.
Insistimos en lo dicho en artículo anterior: el hombre debe en determinado momento cerrar la puerta por donde entran las impresiones sensibles, para analizarlas, como quien analiza los roles y actores en una obra de teatro. Ahí es que entra en juego su alma entera, y es ahí donde percibe realmente y se enriquece en la aceptación o rechazo de los mensajes que portan. Y es ahí donde, por estarse ejercitando el alma entera, puede provenir una felicidad de fondo.
El problema es que no es sólo la televisión, sino toda la vida moderna la que vive al ‘ritmo del vicio’. Y quien quiera salirse del corre-corre, forzosamente tendrá que hacer un esfuerzo, para analizar sobre las sensaciones. Pero el ritmo acelerado está desequilibrando a mucha gente: pues es como si a un chita que puede correr máximo a 70 kms por hora, se le obligara forzadamente a hacerlo a 120. Se funde más temprano que tarde.
Entonces, esto es un tema de salud, y de salud pública. Pero por ahora hablemos de salud personal.
Por ejemplo, dejar en su momento de lado los aparatitos estos de pantallas oscuras, no es solo saludable para los chicos, sino para todos. Pero… ¡cómo cuesta! Porque estamos enviciados, en el ritmo del vicio, llámese whatsapp, youtube, facebook, netflix o etc.; o más fácilmente todo sumado.
Y resulta que no solo nos estamos desequilibrando, sino perdiendo uno de los mayores placeres, profundos, que hace agradable la vida, que es percibir como el alma se va llenando de experiencias, de riquezas, fruto de que se sintió, sí, pero sobre todo que se analizó lo sentido, se comparó con otras sensaciones analizadas, se sacó el jugo de las sensaciones, se extrajo el mensaje que estas comportan.
‘Aburrido’… dirán algunos. ‘Animal’… y ‘loco’, responderán otros.
La cuestión, es de importancia.
Por Saúl Castiblanco