“El término prudencia proviene del latín prudentia, que es una cualidad que consiste en actuar o hablar con cuidado, de forma justa y adecuada, con cautela, con moderación, con previsión y reflexión, con sensatez y con precaución para evitar posibles daños, dificultades, males e inconvenientes, y respetar la vida, los sentimientos y las libertades de los demás. La prudencia requiere un buen sentido, un buen juicio, templanza, cordura, sabiduría, discernimiento, aplomo y ser precavido. Si no se tiene una buena conducta o no se actúa con prudencia, por ejemplo, conduciendo, se coloca en peligro o en riesgo la vida de otras personas y la suya propia”, (Diccionario).
“La Conciencia es un juicio de la razón mediante el cual la persona examina la bondad o malicia de una acción en razón de la relación de ésta con la norma moral universal, de suerte que todo hombre esté en situación de realizar en el modo singular e irrepetible que le es propio, las exigencias de la verdad objetiva de su ser personal como tal” (C. Caffarra en Vida en Cristo. EUNSA. Pamplona. 1988 p. 114).
COMENTARIO
Cuando se le pregunta a un cristiano si algo bueno se puede hacer sin Dios, la respuesta inmediata, al menos de la gran mayoría, es que nada se puede hacer sin Dios porque el mismo Jesucristo lo ha dicho: “Sin mi nada podrán hacer”
Sin embargo cuando se le pregunta a un ateo si se puede construir algo bueno o se puede hacer algo bueno sin Dios, nos dirá que si se puede.
Estas mismas preguntas las podríamos hacer antes de elegir a una autoridad, si es válido elegir a una persona atea que no tenga un planteamiento cristiano de la vida ¿o tendría que ser necesariamente un creyente?
Para poder tener una respuesta correcta y coherente tendríamos que mirar cómo es el ser humano y cuáles son los objetivos que hay en una sociedad para que ésta progrese en beneficio de las personas, para que todos sean libres y vivan felices.
Los criterios cristianos de la vida
Los planteamientos presentados por Cristo (cristianos) apuntan a respetar al hombre y conseguir que éste, viviendo en armonía con los demás contribuya al progreso ordenado y armónico de su sociedad donde prime la justicia, la comprensión y el perdón.
Estos mismos planteamientos los podría tener alguien que no es cristiano, que profese otra religión, e incluso un ateo. La mayor parte de sociedades que existen en el mundo tienen planteamientos cristianos de la vida, porque Dios ha puesto en la naturaleza de todos los seres humanos una direccionalidad hacia el bien.
Para poder elegir con acierto a una autoridad
Para tener un criterio claro, a la hora de elegir a un candidato, los objetivos deben ir acorde con la hoja de vida y lógicamente con un pensamiento coherente que respete los valores que no deben faltar en una sociedad: la libertad, el amor y el derecho a la vida, una educación de acuerdo a la antropología del ser humano, un afán grande de justicia que va unido a la comprensión y al perdón.
En resumen, se podría decir que un candidato debe ser fiel a su casa, a su trabajo, a su religión (si la tiene) y a su país. Debe tener una unidad de vida para ser idóneo como autoridad y pueda comprometerse a cumplir con el juramento que hace al asumir el cargo.
El que elige debe ser responsable y fiel también a sus compromisos: familiares, laborales, religiosos y civiles o sociales. Un católico por ejemplo no debería votar por un candidato que no respete los valores esenciales del ser humano que señala su religión.
La elección no debe depender nunca de la simpatía o popularidad que tenga el candidato, tampoco de las promesas que haga o de las coyunturas políticas, el voto debe ser a conciencia: integridad de la persona y coherencia de los programas de gobierno con los valores fundamentales de las personas. (P. Manuel Tamayo).