Sin duda algo muy malo tiene que ocurrir en nuestro país, algo que no queremos ver o aceptar, o que las diferentes generaciones que nos antecedieron no han sido capaces de comprender, no desde hace 200 años sino, por lo menos desde hace 486 años, cuando se fundaba la ciudad de Lima.
No digo que seamos la única sociedad en la que se presenta esta situación, pero mal de muchos, consuelo de tontos. Lo cierto es que, a lo largo de nuestra historia virreinal y republicana, los peruanos hemos vivido en un perenne conflicto: Blancos contra cholos, costeños contra serranos, ricos contra pobres, empresarios o empleadores contra trabajadores, civiles contra militares, liberales contra comunistas, votantes viejos contra votantes jóvenes y muchas formas más de enfrentamientos, donde cada lado procura proteger su lotecito de poder.
Este enfrentamiento absurdo se intensifica cada cinco años, cada vez que nos toca elegir a los que serán nuestros nuevos gobernantes y, en que los odios y sobre todo, la intolerancia aflora entre todos nosotros
Y este año la cosa se puso complicadísima porque nunca, al menos yo, he vivido posiciones más distantes: Por un lado, a Vladimir Cerrón, un delincuente, condenado por corrupto, más cercano en sus ideas a Pol Pot que al Grupo de Puebla, representado por Pedro Castillo, un monigote, un mamarrachito que, seamos realistas, es incapaz de gobernar un país. Y por el otro lado, a Keiko Fujimori, que carga un lastre muy pesado, por las cosas negativas de su padre, sin que se aprecien todas las cosas positivas que salvaron a nuestro país del caos y del desastre, y por el accionar de su bancada durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski y que a la postre nos llevó a la situación en la que nos encontramos hoy.
Las encuestas se van moviendo semana a semana, se van reduciendo las distancias entre ambos contendientes y no sabemos qué pasará finalmente. No tengo la menor duda, en mi caso, que mi voto será por Keiko Fujimori. No votaré por el mal menor, como dicen muchos, sino por la mejor opción que tiene el Perú hoy: La del respeto a la Constitución de 1993, la del respeto a la economía de libre mercado y la del respeto a los valores familiares, a pesar del pesado lastre que carga esta candidata. Respeto la opinión de los demás, pero no podría votar por una opción trasnochada que ni los chinos, ni los rusos, ni los cubanos pueden seguir respaldando.
Me preocupa mucho, sin embargo, la opinión y posición de los más jóvenes, que son el futuro de nuestro país y justamente a quienes debemos apoyar. Un muy buen amigo mío, a quien aprecio mucho de toda la vida, obviamente involucrado en el tema político, tuvo recientemente una larga reunión con un grupo de jóvenes que va a votar este 6 de junio y me mencionó que no piensan hacerlo por Keiko Fujimori.
Me comentaba que la mayoría votaría en blanco o nulo y un tercio de ellos por Pedro Castillo. Estos chicos, nuestro futuro, el futuro del Perú, está molesto, mortificado y se resiente cada vez que lee o escucha la palabra “pulpín” en las redes o cuando se les nombra como “generación equivocada”, cuando se les señala de manera culpable. Esa es su observación, cuando los señalan como irresponsables, o algo por el estilo y los relacionan con la corrupción de Vizcarra, las atrocidades que cometió en su gobierno o como sucedió en las protestas contra el expresidente Merino y toda esa lamentable historia. Sienten como que ya es mucho estar diciéndoles eso a diario y ellos mantienen su silencio hacia afuera, pero con mucho resentimiento hacia adentro. ¿Es una venganza votar en blanco, nulo o por Pedro Castillo? ¡No! Lo que estamos viendo es probablemente una reacción, no una respuesta.
Y asumo mi irresponsabilidad porque yo también protesté contra estos jóvenes cuando muchos de mis amigos, un poco mayores que yo, estuvieron detenidos en “El Potao” a raíz de la huelga policial del 5 de febrero de 1975 y que ocasionó 86 muertos, 155 heridos y 1.012 detenidos. Un poco más que las de Brian Pintado e Inti Sotelo.
Y quién de mi generación y mayores no estuvo en la Plaza San Martín de Lima —yo asistí con mi querido exsuegro, parqueando a más de diez cuadras—, en la manifestación que se llevó a cabo el 21 de agosto de 1987, en el “Encuentro por la Libertad”, para protestar contra el proyecto para estatizar la banca privada peruana del expresidente Alan García. Fuimos cerca de 130.000 personas, que agitábamos banderas y coreábamos el Himno a la Libertad.
¿Y alguien en ese entonces nos llamó pulpines? ¿Así hayamos asistido gente desde los 20 o 30 años hasta los 70 u 80?
¿O será que como padres o abuelos nos relajamos? Después de haber sobrevivido a las décadas del 70 y 80, de nacionalizaciones, expropiaciones, estatizaciones, escasez, terrorismo, etc. y empezar por fin, a ver un mundo que nunca imaginamos, de libertad de mercado, de libertad de empresa, de progreso, sin inflación, con un dólar estable.
¿Será que nos fue tan bien que compramos casas de playa en condominios privados y comenzamos a viajar, ya no para traer jabón, champú, pañales u hojas de afeitar, como lo hacíamos, sino para disfrutar, y nos olvidamos de explicarles a nuestros hijos la historia que vivió nuestro país y que pronto podríamos volver a vivir de peor manera? ¿Cuántas familias migraron a Ecuador, Canadá, Australia e inclusive Venezuela?
Yo no tengo hijos —al menos no estoy al tanto 😨—, pero comparto muchas vivencias con amigos y es ahí donde sé que pudimos darles a ellos todo lo que nosotros carecimos y en eso nos olvidamos de contarles la verdad.
Y la verdad es que todo el mundo da vueltas, es una cuestión de ciclos, de ondas en la que hoy estamos arriba y mañana estamos abajo. ¿Acaso le enseñamos a nuestros hijos lo que es vivir o sobrevivir en crisis y solo les mostramos la mejor parte?
¿Se acuerdan de cuando nos pagaban nuestro sueldo y llenábamos esos sobres Manila llenos de intis para cambiarlos en dólares que horas más tarde valían menos? ¿Le contamos eso a nuestros hijos?
Y entonces vuelvo a copiar las palabras o conceptos de mi gran amigo, quien a causa del COVID-19 y de la ineptitud de los dos últimos gobiernos y de las autoridades de salud perdió a sus padres en menos de una semana. Nuestra juventud, el futuro de nuestro país, necesita que los ayudemos a construir su propia respuesta, por la Libertad, por la Democracia (ambos conceptos en mayúsculas). Necesitan a gritos que se pueda leer algo así como: “Sin nuestros jóvenes, ahora no hay camino”, “Quisiera dejar a los jóvenes un país mejor, pero dirigido por ellos”, “Dejen que los jóvenes griten sus cantos y unámonos en una sola letra de Libertad”.
Quedan menos de cinco semanas para que los peruanos decidamos por la democracia, con todos sus problemas o el fin. Hablemos con nuestros hijos y con nuestros nietos, así no tengan edad de votar. Contémosles la verdad, contémosles nuestra historia, porque estoy seguro, no la queremos para ellos.
¡Viva el Perú! ¡Vivan los jóvenes peruanos!