En el Día de la Madre quiero compartirles algo que escribí hace años y le gustó mucho a mi Mamá, que estoy seguro volverá a leerlo y escucharlo desde el Cielo, junto a mi Papá, con esos rostros y corazones tan juveniles como su intensa alegría de vida:
Mamá, mujer:
Cada mañana cuando camino por las calles de alguna ciudad de los Andes del Perú encuentro mujeres ofreciendo desayuno, barriendo la acera, llevando de la mano a sus hijos a la escuela o presurosas saliendo de alguna bella Iglesia para volver a casa y seguir trabajando para su familia.
No falta en los caminos de la sierra, una mujer que lleva en la espalda un pequeño niño que duerme plácido en la fría altura, mientras ella empuja la chaquitaclla en la tierra que cobija sus semillas.
Y en cada recodo del campo, en las ciudades detenidas en el tiempo, en los centros mineros o rumbo a la selva, siempre una mujer está presente, como Madre, esposa, hija, tía engreidora, abuela, compañera o testigo de tus anhelos.
Por eso, cuando escucho el celo de una Mamá que dice “adónde vas”, retrocedo en el tiempo y me alegro que me lo hayan dicho cientos de veces, en miles de ocasiones, porque fue con Amor.
Hoy que el mundo está globalizado y el Amor es cosa de locos, da ganas volverse más loco.
Justo hoy que todos hablan de cifras y estadísticas, me siento más feliz de saber que hay muchísimas personas viviendo lejos de la absurda civilización ausente del Amor.
Yo les rindo homenaje a todas las mujeres, a las que son Mamás y a las que viven intensamente esas ganas de amar y que se atreven a adoptar, a cuidar y proteger, a pedir en oraciones, a sembrar Amor.
Porque más que un día de la Madre, es un día especial para todas las mujeres.
Porque todas ellas tienen ese privilegio del Amor, estén donde estén.
Un abrazo enorme, lleno de Amor. Un beso lleno de lágrimas.