Un ciudadano cubano, con penas 23 años de edad, fue conducido a prisión política, torturado y maltratado en formas degradantes durante más de 22 años, por oponerse al régimen de Fidel Castro. Escritor, poeta, pintor, embajador, hombre de bien y de paz, Armando Valladares escribió entre otros libros “Contra toda esperanza”.
Ustedes pueden leer el libro o bajarlo, está en formato pdf, en el link siguiente:
https://incubadorista.files.wordpress.com/2021/03/contra-toda-esperanza-by-armando-valladares.pdf
Leamos la presentación que hace el propio Valladares al libro:
“En mi país hay algo que ni los más fervientes defensores de la revolución cubana pueden negar, y es el hecho de que existe una dictadura hace más de un cuarto de siglo -lo dijo Armando Valladares hace más de treinta y cinco años y todo sigue igual-. Y no puede un dictador mantenerse en el poder durante tanto tiempo sin violar los Derechos Humanos, sin persecuciones, sin presos políticos y cárceles.
En Cuba existen en este momento más de doscientos establecimientos penitenciarios, que van desde las cárceles de mayor seguridad a los campos de concentración y a las llamadas granjas y frentes abiertos, donde los presos efectúan trabajo forzado. En cada una de estas doscientas prisiones hay suficiente historia para escribir muchos libros.
“En febrero de aquel año 1975, citaron a mi madre a las oficinas de la prisión. La recibieron el doctor Torres Prieto y el teniente Ginebra, jefe de los comisarios políticos. Le dijeron que yo podía morir en cualquier momento y que jamás volvería a caminar, porque las lesiones eran irreversibles. Luego trataron de convencerla para que me escribiera pidiéndome que aceptara la rehabilitación política. Le prometieron que en sólo unos meses me pondrían en libertad”
Ésta era la respuesta a las gestiones y cartas de mi madre a los dirigentes de la revolución solicitando asistencia médica para mí.
Por eso, los testimonios que aquí aparecen son apenas un esbozo de la terrible realidad de algunas de aquellas cárceles. Algún día, cuando toda la Historia se conozca con detalles, la humanidad se horrorizará como lo hizo cuando se conocieron los crímenes de Stalin.
Amnistía Internacional en sus últimos informes, ha denunciado los fusilamientos de decenas de opositores políticos, los maltratos físicos, las palizas. Y cuando se dirigieron al gobierno de Cuba pidiéndole suprimiera la pena de muerte, el vicepresidente cubano, antiguo ministro de Batista, Carlos Rafael Rodríguez, les respondió que en Cuba la pena de muerte era necesaria.
Este mismo funcionario, en entrevista aparecida en el Diario 16 de Madrid, el día 10 de octubre de 1983, cuando el periodista le preguntó si existían en Cuba grupos que luchaban por libertad sindical y Derechos Humanos, respondió que sí, que había gente con esas ideas festivas de libertad sindical y Derechos Humanos, pero que les auguraba el ridículo.
Para mí este testimonio es la noche que ha quedado atrás, pero no para los miles de mis compañeros prisioneros que siguen en las cárceles, algunos de ellos han cumplido ya veinticinco años. Son los presos políticos más antiguos de América Latina y quizá del mundo.
Las situaciones de violencia, la represión, las golpizas, las torturas e incomunicaciones son práctica diaria; hoy, ahora mismo, cientos de prisioneros políticos, por rechazar la rehabilitación política, se encuentran hace cuatro años, desnudos, sin asistencia médica, sin visitas, durmiendo en el suelo y encerrados en celdas cuyas ventanas y puertas han sido tapiadas. Jamás ven la luz del sol, ni artificial. Yo soy un superviviente de estas terribles celdas tapiadas de Boniato.
Hay fotos de algunos de los personajes que aparecen en el libro, para que sepan que son personas que existieron, que existen, que tienen un rostro. Los vivos están actualmente en Estados Unidos, Venezuela y otros países. Debo decir que en aquel peregrinar por las prisiones, conocí militares y funcionarios con gran calidad humana, que nos ayudaron en la medida de sus posibilidades, y con ello se arriesgaban a ir a la cárcel.
Los nombres de estas personas, por razones de seguridad para ellos, no pueden ser revelados, así como los favores que hicieron. No quiero terminar sin evocar a quienes hicieron posible mi libertad y reiterarles mi reconocimiento.
No estribo nombres porque la lista sería muy larga y porque hay personas que pensaron en mí, que hicieron por mí y yo ni siquiera conozco sus nombres. Para ellos lo mejor de mi recuerdo y corazón”