La Fundación Konrad Adenauer presentó un estudio “relevante para la comprensión de las identidades políticas en América Latina, desde las voces de intelectuales, cultores y académicos”.
Este documento de gran trascendencia fue liderado por el prestigioso intelectual Alexander Görlach y congregó en su lanzamiento a Camila Perochena, joven y destacada historiadora argentina, a Homero Aridjis, poeta y novelista mexicano, y a Sebastián Grundberger como moderador, en su calidad de Director del Programa Regional Partidos Políticos y Democracia en América Latina.
Les entregamos una breve reseña del documento y los invitamos a leerlo:
“Vivimos en la era de la identidad. En todo el mundo, la gente se pregunta quiénes son, a qué grupos pertenecen y qué significa la identidad para su vida comunitaria y de cara a su relación con aquellas personas que no pertenecen al grupo.
América Latina no está libre de los debates sobre identidad que se están dando en todo el mundo y que interpelan a la sociedad en su conjunto.
Veamos primero lo que sucede en varias de las naciones occidentales referenciales antes de profundizar en el contexto latinoamericano. Por ejemplo, los alemanes se preguntan desde hace tres décadas seguidas qué significa ser alemán. ¿Existe una cultura alemana dominante y, de ser así, qué implica? Los alemanes están en buena compañía: sus vecinos europeos, en Francia e Inglaterra, también se han hecho esta pregunta y la han debatido en detalle en los medios de comunicación.
Latinoamérica y la posibilidad de interpretar su código identitario
Para nuestra cuestión sobre la identidad, esto implica que primero se tienen que desactivar muchas bombas de humo y hacer a un lado las distracciones para descubrir el núcleo de la búsqueda de la identidad más allá de los debates polarizadores sobre las fake news.
Entonces volvamos a América Latina, una región que no está libre de los debates que ya esbozamos con respecto a otros países. En diciembre de 2018, el populista de izquierda Andrés Manuel López Obrador fue elegido para el cargo de presidente en México. Su campaña electoral apeló principalmente al interior, al orgullo de los mexicanos, y abordó las ofensas con las que el presidente de Estados Unidos, Trump, denigró a los mexicanos como candidato («todos los mexicanos son violadores») y luego en la Oficina Oval.
Hacia el interior, AMLO, como se le conoce, operó de manera similar a los populistas de derecha, en cuanto que se presentó como la voz del pueblo contra las élites desconectadas y corruptas del país. Sus primeros actos oficiales estuvieron acompañados de un simbolismo a la altura: el abandono de un nuevo aeropuerto, importante para la Ciudad de México, y el anuncio de que en el futuro ya no viajaría en el avión presidencial. Ambos gestos tenían la intención de apuntalar los tonos sugeridos durante la campaña electoral.
El conflicto entre México y Estados Unidos en particular alcanza el núcleo de nuestra cuestión: la identidad o, más específicamente, las identidades de Latinoamérica.
Hace casi treinta años el historiador de Harvard, Samuel Huntington, escribió su obra El choque de civilizaciones. En ella afirmaba que, a su juicio, el mundo está formado por siete áreas culturales que al menos entrarían en competencia entre sí —si no es que colisionarían en un conflicto armado— en el futuro, tras el colapso del comunismo y del orden mundial (conocido).
Huntington operaba aquí de forma similar a como Francis Fukuyama, profesor en Stanford, lo hiciera en su obra El fin de la historia, en la que concibió la posibilidad del fin de la esencia, el sentido y el objetivo de la historia. Ambos autores se sitúan en la tradición de la especulación histórica europea que, a partir de Thomas von Fiori, alcanzó un punto álgido en la filosofía de Hegel y fue coronada por La decadencia de Occidente de Oswald Spengler, hasta llegar a los libros de Huntington y Fukuyama.
En aquel libro de Huntington, América Latina no es parte de la cultura occidental. Y en su último libro antes de morir, ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense, deja claro por qué: para él, los migrantes de América Latina, moldeados por la cultura católica de España, son un peligro para Estados Unidos. Huntington concibe Estados Unidos más como un país para colonos protestantes blancos. Y de este modo revive, a su vez, las animosidades entre México y los Estados Unidos que han existido desde la guerra entre los dos países a fines del siglo xix, lo que imposibilita ver qué tienen en común estas dos Américas.
Limitado por su examen preideológico, Huntington no pudo ver que Latinoamérica es parte de aquella cultura occidental que tanto le apasionaba defender. Con ello, el historiador ha reforzado lo que, al menos en la práctica, es una realidad viva, más allá de las cuestiones teóricas sobre la pertenencia: América Latina era y es vista como la casa pobre hacia la que los cristianos de la Europa antigua envían sus donaciones en Navidad. Que algo pudiese provenir de Sudamérica capaz de enriquecer y configurar a Europa y a los Estados Unidos de forma sostenible, no es algo que se haya tomado en consideración.
A la vista de todos allí están los elementos que conectan Sudamérica con el norte del continente y con Europa: una religión en común, un mismo idioma. Todos los movimientos históricos de ideas, todas las corrientes filosóficas que se abrieron paso en Europa, llegaron poco más tarde al Nuevo Mundo. Lo mismo se aplica a la arquitectura y el arte.
La colección de entrevistas que aquí presentamos examina las identidades latinoamericanas en profundidad, en franco diálogo con personas conocedoras que desde dentro o fuera de la región examinan la identidad del hemisferio, sus desafíos y occidentalización”.
(se anexa el pdf respectivo) y les recomendamos seguir a dialogopolitico.org
https://dialogopolitico.org/wp-content/uploads/2021/05/Paper-Gorlach.pdf