En medio del horror de los campos de concentración, Etty Hillesum -de quien escribí en otra entrada- anota en su Diario: “La barbarie nazi hace nacer en nosotros una idéntica barbarie que actuaría con los mismos métodos si no tuviéramos la posibilidad de actuar como queremos. Tenemos que rechazar interiormente esta incivilización: no podemos cultivar dentro de nosotros ese odio porque si no el mundo no saldrá nunca del fango”. Y así lo dice una y otra vez: “Si (por culpa de esta época) llegara a experimentar un auténtico odio, me sentiría herida en lo más profundo de mi alma e intentaría curarme lo más rápido posible”. ¿Cómo es posible mantener una actitud así en medio del horror que le tocó vivir en el campo de concentración en donde fue asesinada?
Mercedes Monmany nos habla de estas experiencias en su libro “Ya sabes que volveré. Tres grandes escritoras en Auschwitz: Iréne Némirovsky, Gertrud Kolmar y Etty Hillesum” (Galaxia Gutenberg, 2017). Es asombroso el perfil humano de estas tres escritoras que supieron mantener el listón de lo humano muy por encima de la barbarie que sufrieron. Dice Etty Hillesum: “Estos dos meses tras las alambradas son los meses más intensos y más ricos de mi vida, han confirmado mis últimos y más profundos valores. Me he encariñado tanto con este Westerbork, que tengo nostalgia de él. Y, por el contrario, cuando me adormecía en mi estrecho catre sentía nostalgia del escritorio en el que estoy sentada ahora. Te estoy muy agradecida, Dios mío, de que conviertas cada sitio en el que estoy en algo tan bello que sienta nostalgia de él cuando lo abandono”. Su interlocutor es Dios, no es solo ella y sus pensamientos. Una persona agradecida, capaz de dar el mejor “do” de pecho en la circunstancia en que se encuentre. Espera, desde luego, mejores momentos; pero el momento que le toca vivir, por duro que sea, es en sí mismo una pincelada de su retrato.
Gertrud Kolmar (1894-1943) es una las grandes poetas alemanas. Tiempos difíciles los suyos y, sin embargo, afronta la adversidad con una admirable grandeza de ánimo: “Todo el sufrimiento que ha recaído en mí y que aún seguirá recayendo, quiero tomarlo como una penitencia y será lo justo. Quiero sobrellevarlo sin quejarme, considerando que me pertenece, que dentro de mi ser yo estaba hecha para él y que he crecido para soportarlo y, de algún modo, para triunfar”. Sabe lo que le espera si se queda en Alemania y así se lo dice a su hermano: “Ayer vendimos nuestra casa, tenemos que trasladarnos probablemente de aquí a cuatro u ocho semanas […]. No puedo irme ahora como preceptora a Inglaterra, tal y como propones, prefiero quedarme. No quiero y tampoco puedo dejar solo a papá, a su edad y en esta situación. Lo entiendes, no te enfadas, ¿verdad?” Me anonada tremenda generosidad y valentía.
Iréne Némirovsky (1903-1942) fue una de las grandes escritoras de habla francesa, “aunque se había bautizado en la Abadía de Santa María de París el 2 de febrero de 1939, el Estado francés, una y otra vez, había rechazado la solicitud de naturalización”. Casada, dos hijas. Fue entregada por los gendarmes franceses a los alemanes y enviada al campo de concentración en donde murió de tifus. Logró salvar a sus hijas, gracias a la ayuda de una familia amiga.
Es conocida su novela “Suite francesa” de la que consiguió escribir dos de las tres partes planeadas. Dice Monmany: “Con el ejército replegándose sin poder atender ya a sus heridos, “Suite francesa” se convierte en un inapreciable y violento fresco que representa el pánico humano, el desconcierto, el caos de la vida cotidiana provocado por las guerras. Un pánico animal a no sobrevivir que sólo piensa en sí mismo y que acaba con todas las convicciones y valores, con la caridad cristiana y la mansedumbre de siglos de civilización, que caían como vanos ornamentos y dejaban al descubierto un alma árida y desnuda”. Así, las tragedias buscadas o sobrevenidas que cada cierto tiempo nos aquejan, dejan aflorar lo mejor y lo peor del ser humano.
¿Qué me ha impactado más de estas tres escritoras? Su grandeza de ánimo que venció al horror por elevación. Sus espíritus no se doblegaron, una forma heroica de vencer el mal con sobreabundancia de bien: estremecedor y esperanzador al mismo tiempo.