El Instituto Nacional Penitenciario INPE, publicó el día sábado 11 de setiembre un escueto comunicado que decía lo siguiente: “aproximadamente a las 6.40 am en el Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base Naval del Callao ha fallecido el interno Abimael Guzmán Reinoso, debido a complicaciones en su estado de salud”. Esas complicaciones, reseñan varios medios de comunicación, fueron una “septicemia” y que se debía a ocasionales protestas del sanguinario terrorista, que dejaba de consumir alimentos por uno o dos días.
Se informó que el criminal comunista había presentado un cuadro de septicemia que terminó por provocar su muerte a los 86 años, de los cuales cerca de 30 los pasó cómodamente purgando condena y recibiendo privilegios inmerecidos, gracias a organizaciones de supuesta defensa de los derechos humanos, que contaron con la protección y simpatía de autoridades gubernamentales en diferentes momentos.
Es inexplicable que Abimael Guzmán haya tenido septicemia y no se le hubiese hospitalizado e internado en una unidad de cuidados intensivos, ya que la septicemia es una infección generalizada que requiere tratamiento especializado, ventilación mecánica, reemplazo de fluidos, administración de sangre, líquidos y medicamentos intravenosos, soporte nutricional y un equipo médico de especialistas que no se puede concebir esté en un tópico, en una enfermería o en un centro de reclusión. Esa es una primera observación cuando se afirma que “murió en su celda”.
Segundo, si Abimael Guzmán, el miserable asesino de más de 70,000 hombres, mujeres jóvenes, niños y bebés en gestación cruelmente arrancados del vientre de sus madres, recibió atención médica competente ¿Por qué esos médicos no ordenaron su hospitalización? ¿Por qué no estuvieron en la agonía monitoreando al paciente? ¿Por qué un vigilante, un carcelero descubre que “murió” en la tarde del 11 de septiembre, una fecha por demás simbólica para las huestes terroristas a nivel mundial?
Si estaba tan enfermo, tan grave y con septicemia, que no es una condición que ocurre de inmediato, sino que dura en promedio cuatro días –de inicio y puede seguir de acuerdo a la escala de la infección y su germen prevalente- y requiere como decimos, todo un soporte y tratamiento complicado en un hospital y no en un cuarto que se usa como celda, ¿Por qué siguió allí? ¿O tal vez, no estaba en esa habitación, sino en otro lugar, en una muy planificada fuga que se dio anticipadamente?
No especulamos: Ante una septicemia “el tratamiento temprano y agresivo aumenta la probabilidad de recuperación. Las personas que tienen septicemia requieren un control minucioso y tratamiento en la unidad de cuidados intensivos de un hospital. Las medidas para salvar vidas pueden ser necesarias para estabilizar la respiración y la función cardíaca” y añadimos que “las personas que padecen septicemia suelen recibir atención de respaldo que incluye oxígeno. Según la enfermedad, es posible que necesiten una máquina que les ayude a respirar. Si sus riñones se encuentran afectados, quizás necesiten realizar diálisis y es posible que se requiera cirugía para eliminar fuentes de infección, como acumulaciones de pus (abscesos), tejidos infectados o muertos (gangrena)”, es decir, un cuadro muy complejo para atender a un paciente que en su tratamiento requiere para los médicos infraestructura compleja que el denominado Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base Naval del Callao, administrado bajo responsabilidad del Instituto Nacional Penitenciario INPE no tiene.
Es extraño todo esto porque ninguna ONG de izquierda, ninguna organización de las múltiples que publican comunicados, arengas, movilizaciones públicas a nivel nacional e internacional, así como eventos a favor del partido comunista sendero luminoso, jamás protestó por lo que ellos denominan “trato degradante y no humanitario” con relación a los requerimientos médicos de su jefe sanguinario Abimael Guzmán. ¿O querían que muera ya? ¿O todo es parte de un sincronizado protocolo de salida de su sanguinario jefe, en coordinación con algunas autoridades afines a su pensamiento e ideología violenta?
Es muy raro porque obran antecedentes que ante una complicación estomacal del conocido como (a) la Bestia, los de sendero luminoso, los asesinos de la democracia, gritaban y marchaban protestando contra cualquier gobierno vigente, en una clamorosa y plañidera solidaridad que pedía su traslado a un hospital, pero ante una septicemia, que los médicos y enfermeras de “socorro popular” saben muy bien de qué se trata… callados.
Otro punto para analizar: el supuesto cadáver del supuesto criminal del partido comunista sendero luminoso, fue “levantado” por un médico legista inexperto, con apoyo de dos efectivos policiales pero, sin ninguna historia clínica añadida (¿No que estaba con septicemia?) que mencione ese critico estado de salud ¿Por qué?
Y el cadáver imaginario, en ataúd “sellado” es trasladado a la Morgue del Callao sin ninguna presencia de autoridades del Ministerio de Justicia, de la Defensoría del Pueblo, Fiscalía de la Nación (no de la provincial), ni de la propia Policía Nacional de Perú: ¿Elementos de tercer nivel en un escenario de primer orden?
El ataúd sellado, luego es “destapado” sin un protocolo que evidencie el contenido del mismo, para una necropsia artesanal que no revela resultados y evidencias contundentes sino más confusiones. ¿Por qué tanta informalidad en algo que requiere estricta formalidad y transparencia?
Cuando los congresistas de algunos grupos políticos, en pleno cumplimiento de sus deberes constitucionales y sus atribuciones quisieron “ver el cuerpo de Guzmán”, les negaron esa posibilidad en forma contundente. ¿Por qué la presidencia del Congreso no exigió de inmediato el respeto al mandato del poder legislativo?
Sin embargo, un grupo de congresistas “constató que el cadáver en la Morgue Central del Callao corresponde al cabecilla terrorista Abimael Guzmán y pidieron que cesen las especulaciones sobre la muerte del líder (sic) de Sendero Luminoso”, algo totalmente incomprensible porque ni uno solo de esos congresistas es experto forense, médico o especialista que pueda determinar a vista del cadáver (que se menciona que nunca lo vieron porque ya estaba en ataúd sellado y lacrado) y de documentos no corroborados, que se trataría de una certificación que verifique que un cuerpo perteneciente al sanguinario criminal terrorista, era el que estaba en esa Morgue.
Congresistas “certificaron” un cuerpo que no vieron porque el ataúd -repetimos- ya estaba lacrado, “constataron” que era Guzmán por un papel que no contiene anexos de evidencias científicas completas que sean corroborables, “creyeron” en todo lo que les decían los representantes del gobierno cuyas principales cabezas son políticos relacionados con sendero luminoso.
Días antes de todo este desenlace, dos aeronaves procedentes de La Habana aterrizaron en el país según fuentes confidenciales, bajo anulación de registros aeronáuticos y partieron el mismo día luego de recoger a cuatro pasajeros. ¿Algunas coincidencias ideológicas de compromisos previos que fueron pactados para acceder a recursos millonarios que son administrados desde España por familiares de Elena Iparraguirre, la amante primero y luego esposa de Guzmán luego de la extraña muerte de Augusta La Torre (a) camarada Norah?
El mismo protocolo sanitario que se dio en el caso de Hugo Chávez, se habría repetido con Abimael Guzmán. La gran diferencia es el teatro de la cremación, tema del que pronto les hablaremos en esta novela política que nadie quiere escribir.
Fotografía, el asesino terrorista del partido comunista sendero luminoso, Abimael Guzmán