La migración toma por sorpresa a los que dicen que son dueños de la tierra que acoge a otros y no se dan cuenta que ellos antes, también fueron migrantes.
Juan y Rosa han salido de su casita en Venezuela hace pocos días, usando un ómnibus medio viejo que por algunos pesos los lleva hacia la frontera, una especie de raya en la pista que separa su patria de otra donde no los quieren.
Son vistos como un problema, siendo una fortaleza de oportunidades, pero el latinoamericano promedio se esfuerza por ser suspicaz y los rechaza, los mira mal, los huele peor.
Pasan mil de engaños y salen nuevamente en otro ómnibus más viejo aún hacia otra nación que tampoco los va a querer entender. Pero Juan y Rosita viven intensamente secando sus lágrimas de recuerdos para alcanzar un camino, así que siguen pa´lante.
En la siguiente frontera ahora les piden más papeles y dinero por debajo de la mesa, una especie de pago para validar todo aquello que es válido, pero deben hacerlo, es el requisito de la hermandad latina, la coima, la mordida.
Suben a otro ómnibus más moderno que en un larguísimo viaje los lleva hasta la capital del Perú, allí donde más de seiscientos mil compatriotas suyos corren y recorren calles en todo tipo de oficios sin beneficios…pero, hay que seguir pa´lante.
Juan pela las plumas de decenas de pollos luego de sumergirlos en un recipiente de agua hervida y se los pasa ya limpios de plumaje a Pedro, otro venezolano que junto a Carlos, Raúl y Fabián, peruanos sencillos y chamberos, que les bromean por su forma de hablar, no se dan cuenta que cada día hablan más como venezolanos y los venezolanos como peruanos.
Rosita en cambio cuida niños en una casa grande, donde felizmente la tratan mejor y le tienen cariño. Ellos, Juan y Rosita, se ven sólo los lunes, cansados, enamorados siempre, aspirantes a volver a tener una casita o un espacio como allá lo tenían, en Venezuela. Quieren que Luis y Luciana, sus hijos, vengan al Perú, su nueva tierra.
Y así como Juan y Rosita, miles de miles de Juanes y Rositas tienen que construir sus historias otra vez, con lágrimas de muchos días, con alegrías que esperan abrazar, mientras la ola sigue viniendo, mientras algunos no entienden lo que sucede, mientras el político saca provecho, mientras la sociedad mira con recelo.
…pero, hay que seguir pa´lante.