Me llama Silvia, una señora que trabajó durante 10 años como secretaria y luego de tener dos hijos, se dedicó a vender desde su casa perfumes y artículos de belleza. Como ella, Ana María trabajó en varias Municipalidades como Asistente Administrativa y en los cambios de Alcalde, se quedaba sin empleo hasta reengancharse en otra opción laboral.
También hablé con Juana y Zoila, cuyas vidas se parecen mucho y son expertas en corretaje desde hace unos años. Me encantó saber la vida de Teresa, que con su movilidad escolar ha logrado con mucho esfuerzo –junto a Pedro su esposo, profesor de un colegio del Estado- que sus dos hijos sean Médicos.
Lo curioso es que Silvia, Ana María, Juana, Zoila y Teresa no aportan a su AFP hace varios años y nadie les informa sobre sus Estados de Cuenta, no les han dicho que podían seguir aportando como independientes y también, estar protegidas por el seguro de sobrevivencia para casos de invalidez, para dejar pensión de orfandad y viudez en caso fallecieran, para cubrir el gasto de sepelio y otras opciones que les ofrece el sistema privado de pensiones.
Nadie les informó que sus ahorros –porque eso son los aportes efectuados-, sus ahorros crecen en el tiempo y pueden crecer mucho más con la rentabilidad, si se hace una secuencia y frecuencia de ese esfuerzo personal.
Estas cinco esforzadas Mamás tienen entre 47 y 49 años de edad y un promedio de afiliación a una AFP de 12 años. Entusiasmadas por el anuncio de poder jubilarse a los 50 años o del retiro del 95.5 por ciento de sus Fondos querían saber qué hacer, porque ese dinero o una parte del total les serviría para pagar deudas y tal vez, mejorar algo en la casa, la educación de sus hijos o sus propias vidas.
Lamentablemente no pueden acceder a sus ahorros y deben dejar su dinero allí hasta los 65 años, porque no van a tener opción para el régimen especial de jubilación anticipada que éste gobierno les ha quitado abusivamente.
Cada una de ellas ha construido una vida de supervivencia y superación. Cada una de ellas no fue informada de todas las oportunidades que la Ley les otorgaba. Y lo que es peor, cada una de ellas vive una absoluta desilusión porque consideran que es un robo lo que les hacen.
Aquí hay varios culpables. El primero y más grande es la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP que nunca les informó de sus derechos y que conozcamos, poco o nada hizo la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP durante más de 25 años para tejer una red de educación previsional y defensa del cliente financiero.
El segundo culpable es la AFP de cada una de ellas, que cuando dejaron de hacer aportes debió contactarlas y convencerlas de seguir ahorrando, justificando todos los beneficios y ventajas que les ofrece el sistema privado de pensiones.
Y el tercer culpable –con mucha pena y respeto se los dije- se llama Silvia, Ana María, Juana, Zoila y Teresa por no haberse preocupado del significado del dinero que les descontaban cada mes trabajado, creyendo que los gobiernos las estaban protegiendo.
Así son las cosas en un país cuyas autoridades le dejan al trabajador la responsabilidad del Estado y la responsabilidad de empresas poco sensibles con sus clientes.