Los fines de semana sobretodo, se van volviendo “eso de antes”, aquello que el Zoom ya no nos motiva tanto a reunirnos de noche, con un trago en la mano y algo para picar mientras nos veíamos “cara a cara” detrás de nuestras computadoras, en amenas conversaciones donde todos los temas eran interesantes y se matizaban con algunas bromas de siempre.
La etapa Zoom entre amigos, compañeros del colegio y de la universidad, como que se está acabando y sobreviven todavía algunos afanosos que le han agarrado ritmo y sabor a la conversación de lo que en alguna época se podría llamar –guardando distancias- el “vía satélite”. Sin embargo, lo que dura y seguirá por buen tiempo es la terapia y el noticiero del WhatsApp, donde el humor, las bromas, las fotos de orgullo y también las insinuantes, el dato que nadie tiene y ha sido “reenviado” miles de veces, apasionan a muchos y ocasionan dolores de cabeza a otros, por la enormidad de los archivos enviados o porque algunos se sienten ofendidos –no es la palabra exacta, pero se hace válida-, con declaraciones sobre religión, política, género, opciones diversas, etc etc.
Al fin de cuentas, es interesante estar “guasapeando” con amigos, era increíble ver la pantalla vía Zoom con decenas de rostros cambiados por los años, pero cuyas emociones encendían el recuerdo y alegrías imborrables. Hoy la mayoría de “esos Zoom” han reducido significativamente su audiencia.
De todo esto que les comento, renacieron amistades y se recuperaron otras tantas, lo que ha derivado en fines de semana acompañados de un buen par de cervezas, pisco y a veces hasta una generosa parrilla, en la que nunca falta el apasionante diálogo político, económico o del tema que vaya sucediendo en la chismografía nacional.
Somos alucinantes analistas que nos creemos lo que no sabemos, exclusivos elegidos de grupos “donde tú no estás” pero donde no decido nada, nos sentimos algo así como el dueño de la novedad “y te autorizo a contárselo a todos, diciendo que yo te lo dije antes que cualquiera”. Se trata en suma de una vanidad sana, no produce daño, es comprensible, se llama necesidad de reconocimiento, no la rechazes, pero tampoco hagas de ello un motivo de burla o suprema franelería.
Esta semana intensa que transcurre, hablando con los amigos de política, economía, petróleo y el coronavirus –además de matizar con Sarratea y Karelim-, he notado que sube el tono de la indignación ilustrada, de gentes de clase media, empresarios y académicos, hacia el desmadre de gobierno que nos atormenta y lleva al abismo del cual será difícil de salir. Es esa una maravillosa oportunidad de empujar la palabra hacia la acción, de encender la hoguera que ilumine mejores decisiones de participación ciudadana.
¿Cómo así? Cansados de tantos análisis parrilleros, o de almuerzos ocasionales y hasta repetidos donde los temas siempre son los mismos, “ahora es hora” de luchar por el país y dejar en segundo plano lo anecdótico y nuestros fabulosos conocimientos de todo, sin hacer nada. Hay que asumir compromisos y eso se inicia en casa, con la familia, con los hijos y nietos, en especial con esa generación del bicentenario que fue manipulada por una sucia, perversa y criminal prensa de alquiler al servico de los cárteles de la impunidad.
En casa habla con tus hijos y tus nietos, tus sobrinos y amigos frecuentes. Lee, invita a leer libros, regala un libro y hazlo con emoción, alimenta la inteligencia, nutre el conocimiento, regala un libro que provoque seguir leyendo otro más, que te impulse para actuar y salir de tu esfera de cristal: conquista la calle, levanta tu voz. Esa es la primera tarea para el tiempo de Zoom o de WhatsApp que ya necesita ir reemplazándose por la cultura, la educación frecuente, la lectura, los valores, los principios y la Libertad.
Te lo repito: Lee, actúa ya, invita a leer libros, regala un buen libro y hazlo con emoción, para que cuando hables y opines de política, economía o lo que sea, lo hagas con conocimiento y propiedad, para que no seas un resentido odiador de la izquierda.