The New York Times en un gran diario, innegable, pero en su historia esas grandezas se sacuden de inmundicias también, hechos sucios que denigran lo que bien se construye, hechos turbios que siendo conocidos y descubiertos muchos de ellos, nunca fueron enfrentados en la misma forma como cuando desde sus páginas se denuncia “a otros” por los mismos y peores pecados “en la profesión del noble golpe que traduce las palabras sobre una hoja de papel, sobre la pantalla del ordenador, para que las veas y leas con ojos limpios, como limpio es su origen, aunque hable de cosas sucias que merecen ser limpiadas por el lector y el periodista”(1).
Una de varias crisis de The New York Times, el periódico más prestigioso del mundo, “desembocó en la dimisión de su director, Howell Raines, y su director adjunto, Gerald Boyd. Ambos renunciaron a sus cargos y asumieron la responsabilidad por los fraudes periodísticos que cometió el reportero Jayson Blair. En el caso de Raines, sin embargo, no sólo pesó el caso Blair. Su estilo arrogante y autocrático y los cambios que impulsó suscitaron el rechazo de la redacción, que daba por segura su caída desde el día en que estalló el escándalo” reseñó hace veinte años Enric Gonzáles, periodista y columnista en otras páginas que podrían decirse que “son como el Times, pero en español”; hablo del Diario El País, un medio que se tambalea entre los cambios que no cambian nada, y la necesidad de volver a las fuentes, que podrían darle otra vez el rostro de un auténtico diario, pero de eso, hablaremos en otra columna, porque ahora le toca al Times verse en el espejo de sus desdichas y mentiras.
Como diría Enric Gonzáles, uno aprende o conoce del Times, porque va desde lo más alto del éxito, hasta lo más bajo, en un desprestigio sin precedentes.
Aprecien este resumen publicado el 11 de mayo der 2003 en el diario argentino La Nación y vean las similitudes con un caso en Perú, del cual daremos algunos comentarios más adelante:
Nueva York, 11 may (EFE).- Un periodista del diario The New York Times inventó y plagió una serie de noticias, al tiempo que escribió notas fechadas en lugares en los que nunca estuvo, según admitió el rotativo en la primera página de su edición de hoy.
El artículo explica que Blair inventó escenas, utilizó material de otros periódicos y agencias de noticias como si fueran propios, y estudió fotografías para tomar detalles de ellas que le permitieran dar más veracidad a sus artículos.
“Y utilizó estas técnicas para escribir con falsedad sobre momentos emocionalmente fuertes, como los ataques de los francotiradores en los suburbios de Washington o el sufrimiento de las familias de los soldados muertos en Irak”, agrega finalmente La Nación.
Para los que hemos estado más de una vez por la redacción de The New York Times, es impactante saber que existe una telaraña de más de mil periodistas en constante apuro por ser “el elegido para algo más”. Por eso, la búsqueda del éxito es reemplazada por la construcción de logros, por encima de los propios compañeros y colegas, a todo costo. ¿No impulsa en esa formación de periodistas un camino ético, de valores, de principios? No, no le he visto, no se percibe más que una ardorosa y fría competencia interna sin límites. Por ejemplo, el reportero Rick Bragg, ganador de un Pulitzer y gran amigo del entonces director Raines, “se vio obligado a dimitir por firmar a solas, una información elaborada en su mayor parte por otro miembro del periódico”. Le robó el trabajo… un ganador del Pultizer.
En ese ambiente tan extraño para unos, tan retador (¿para matarse unos a otros?) en la larguísima escena del periodismo, es comprensible que las armas de “la noticia sucia” no estén vedadas para cambiar de lugar, de imagen, de palabras, de verdades, mentiras y de nuevas víctimas que pueden ser deportistas, artistas, empresarios, luchadores sociales, ambientalistas, algún político en ciernes o al que se busca derrumbar y quien sabe, tal vez a usted que está leyendo este artículo.
Veamos otro caso interesante referido a la campaña de desprestigio contra la escritora británica J.K. Rowling. ¿Saben de quien estoy hablando, no es cierto?
“Contra Rowling -histórica feminista y hoy tachada de ‘homófoba’- hay quien propone esta estrategia inédita: divulgar la saga de Harry Potter, pero anulando a la autora. Y aportando más leña a la máquina de esparcir barro contra Rowling se ha sumado, entre otros, el periódico estadounidense The New York Times, que irónicamente ha lanzado recientemente una campaña de autobombo simulando defender el -denominado- periodismo independiente”.
Para The New York Times, el pecado de la famosa escritora fue “que se distanció del movimiento LGBT+, en la creencia de que el único género sexual humano posible es, obviamente, el biológico. La autora de Harry Potter también había expresado su desaprobación por la costumbre -también de marca LGBT+- de definir a las mujeres con la perífrasis: personas que menstrúan” (2)
¿Quieren saber más, digamos, del año 2005 para ir sacando otra muestra del comportamiento de The New York Times?
Carlos Ball, director de la Agencia Interamericana de Prensa Económica y académico asociado del Cato Institute escribió lo siguiente: “el reciente reportaje de dos mil palabras de Harry Rotter en el New York Times –reproducido por muchos diarios del continente– donde se distorsiona descaradamente el extraordinariamente positivo resultado de la privatización del Seguro Social en Chile” (…) revela que “cada día es más evidente que la ideología izquierdista de sus dueños y directivos no sólo predomina en sus editoriales y columnas de opinión, sino que afecta y distorsiona gravemente la presentación de las noticias”. Así que no se trata solamente de manipulación en la información, sino de militancia con la información, algo que compone un enorme explosivo contra el periodismo y la verdad.
Pero no todo lo que se va conociendo es “asombroso” o viene con una regionalización identitaria en la detección de falsedades del famoso NYT.
El Diario Octubre -de absoluta tendencia izquierdista-, desde España, hace la siguiente mención:
“El New York Times sigue destacando por la fabricación de noticias falsas, para las que no hay fuente más fiable que la CIA, que regularmente alimenta a sus sicarios periodistas con historietas sensacionales, que son tan inverificables como sus fuentes anónimas. Un ejemplo es el anuncio el 24 de agosto de que los servicios secretos estadounidenses no sabían nada sobre los planes de Rusia de arruinar las elecciones del próximo noviembre, porque sus ‘informantes cercanos a… Putin y al Kremlin’ no les estaban diciendo nada. Pero en el periodismo más convencional, no saber nada sobre algo que no existe o para lo que no hay pruebas, es la nada; no puede ser ni noticia ni primicia. Este tipo de ‘informaciones’ en torno a la nada persiguen un objetivo: asegurar la presencia constante del mantra ‘Rusia sabotea la democracia occidental’ en primera plana”
En Diciembre de 2020, esto publicada el NYT en español:
“Tras una investigación interna que duró más de dos meses, The New York Times ha determinado que Caliphate, su galardonado pódcast de 2018, no cumplía con los estándares del periodismo del Times”. En realidad se debío escribir lo siguiente, en nuestra opinión:
“Tras una búsqueda de justificación interna que duró más de dos meses, The New York Times ha determinado que Caliphate, su galardonado pódcast de 2018, no cumplía con decir la verdad, uno los estándares del periodismo que se han perdido en el Times”. ¿No parece más razonable, es decir, totalmente razonable afrontar la realidad y decir la verdad?
Desde la redacción de El País, en España, María Antonia Sánchez Vallejo lo detallaba con acierto:
“El periódico (NYT) asume haber difundido una ‘historia de falsesades’ por parte de la fuente principal, un supuesto miembro del ISIS retornado de Siria, y lamenta no haber podido hallar ‘ninguna confirmación de que él [el testigo] cometió las atrocidades descritas en el podcast’. El Times concluye que los episodios de Caliphate que reproducen las declaraciones del terrorista fabulador ‘no cumplían’ con sus estándares de veracidad”.
¿Porqué maquillar algo evidente como es una excusa para tapar una secuencia de mentiras? ¿Dónde está el rigor del periodismo de tantos premios Pultizer, o habrá que revisar cada uno de eso premios?
Entonces viene la gran pregunta: ¿Quiénes aportan al libreto del New York Times?
Veamos el caso que ha tenido bastante propaganda en los medios de comunicación y redes sociales del Perú, aunque sin ningun debate o explicación de los argumentos o “verdades construídas” y expuestas.
Bajo este titular afirmativo comienza el New York Times:
“La policía y el ejército de Perú usaron fuerza excesiva contra manifestantes”
Y el subtítulo aumenta la tendencia de darle al lector todo el contenido en un par de frases: “Una investigación de The New York Times revela que las fuerzas de seguridad dispararon municiones letales contra civiles desarmados, en las protestas de diciembre y enero”.
Dice el NYT:
“Cuarenta y ocho civiles han muerto y más de 970 han resultado heridos, según la Defensoría del Pueblo de Perú. La investigación del Times descubrió que la mayoría de las muertes fueron causadas por armas de fuego”.
Sin embargo, el mismo New York Times se contradice cuando afirma que “analizamos en detalle ocho muertes ocurridas en diciembre y enero”. Es decir, de 48 casos, únicamente analizaron 8 pero pretenden dar a entender, afirmando –eso es lo extraño en una supuesta investigación que no reúne todos los requisitos para ser validada y aceptada- que ¿ocho vale por los cuarenta y ocho casos mencionados para afirmar que las fuerzas de seguridad peruanas fueron las que causaron esas 48 muertes?
Sigue la duda…
“En las imágenes analizadas, el Times no encontró indicios de que los manifestantes portaran armas”, entonces ¿no vieron los periodistas del Times los lanzacohetes artesanales que usaban los vándalos, disparando desde las esquinas o en lo alto de un puente por ejemplo? Esas imágenes están a sólo pulsar la búsqueda en Google:
Y sigue el Times afirmando: “Los videos parecen mostrar que (…) estaban desarmados y, como estipulan los protocolos militares, no representaban ‘un peligro inminente de muerte o lesiones graves’ para los agentes ni para nadie cuando recibieron disparos”.
El Times dice que “parecen mostrar (…) que estaban desarmados”, es decir, ya no es una afirmación, sino una suposición intencional que en la duda, puede ser al revés porque de lo contrario, los manifestantes ¿cómo han tenido tanto poder de fuego en Puno para hacer retroceder a la Policía, capturar Policías, desarmarlos e inclusive quemar vivo a uno de ellos? ¿Cómo así lanzaron explosivos contra la Comisaría de Andahuaylas si al parecer –según el Times- los videos parecen mostar que los manifestantes estaban desarmados? ¿Tan inoperante e ineficiente es una tropa oficial de soldados y Policías que disparan “al cuerpo” y no hay muertos en la línea directa de operaciones, sino por la espalda, donde se encuentran los que dirigían a los manifestantes? ¿no saben los investigadores del Times que la mismas armas que ellos mencionan en su “investigación” son robadas y usadas por los narcotraficantes, contrabandistas y elementos políticos y subversivos de las regiones Puno, Ayacucho, Cusco y en general, desde el VRAEM que los abastece, al igual que desde Bolivia en alianza con el Cártel de La Culebra, o en Cachipucara y Puerto Acosta?
¿Quienes son los proveedores de “datos supuestos” del NYT? ¿Qué oenegés interesadas en atacar a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional del Perú están abasteciendo de informaciones no verificadas a un medio que se desespera por publicar ahora, y no como debe ser, investigaciones sin sustento?
¿Conclusiones?
La vida es lo más valioso de cada persona, de cada familia, de cada núcleo humano, de cada nación. Velar por su defensa y por los derechos humanos es un imperativo permanente, como buscar la verdad y encontrarla cuando se intenta distorsionar los hechos para dirigir juicios anticipados o para encubrir responsabilidades de los que gobiernan o de los que intentan terminar con los gobiernos.
Han fallecido decenas de peruanos en circunstancias que no deben repetirse, son peruanos que merecen respeto por sus vidas y por eso, una verdadera investigación debe tener rigor y no ser una mirada de fotos y de videos para emitir afirmaciones que no cuentan con evidencias contundentes, con respaldo absoluto.
La supuesta investigación del New York Times NO se ha realizado directamente en el campo de los hechos por su propio equipo de periodistas, repetimos la palabra “investigación”, sino que es una recopilación de fuentes y rumores, no de evidencias corroboradas, cuya credibilidad es incierta en términos generales.
Repetiremos algo que consignó la Agencia EFE y que colocamos líneas arriba, algo que ojalá no se repita o tal vez, ya estemos en la línea de repetición:
“El artículo explica que Blair inventó escenas, utilizó material de otros periódicos y agencias de noticias como si fueran propios, y estudió fotografías para tomar detalles de ellas que le permitieran dar más veracidad a sus artículos (…) Y utilizó estas técnicas para escribir con falsedad sobre momentos emocionalmente fuertes”
¿Buscan otro Pulitzer? Busquen la Verdad, eso es lo más importante en el Periodismo.