Para nadie es un secreto que el odio, el delito, el resentimiento y la estupidez son los símbolos de la izquierda peruana, esa que es recluída en partidos y movimientos políticos del fracaso, que no saben construir con ideas y propuestas, una opción de gobierno, que no saben ser una alternativa popular, porque son el remedo perfecto de la incongruencia, inconsecuencia, inestabilidad e irracionalidad. ¿Alguien sabe de algo que haya hecho la izquierda en el Perú, en favor del progreso y el desarrollo?
La palabra del odio no es ejemplo, no puede serlo. La palabra del diccionario de la izquierda que más se repite en sus rostros es esa, odio. ¿Porqué tanto odiar, si dicen querer gobernar? Porque siendo la mentira su ADN, la izquierda de los partidos políticos peruanos, no quiere gobernar, sino dictar, aplastar, arrasar, para crear nuevas “instituciones”, nuevos modelos de control ciudadano, nuevas historias, nuevas “costumbres populares” que destruyan valores y principios, que anulen virtudes. Quieren “un nuevo perú” (con minúsculas, empequeñecido y plurinacional, dentro de alguna junta de pueblos imaginarios, sin orígenes, cadáver de multitudes).
En el discurso de campaña de la izquierda, es tal la lista de la demagogia, que creerles algo, resulta absurdo. Y la realidad se encarga de demostrarlo porque ni una sola Región del país, gobernada por la izquierda en cualquiera de sus variantes degradantes, ha hecho una sola obra de impacto general. Sin embargo, han desfalcado presupuestos, han tirado –y se han tirado dirán muchos- el dinero público, para enriquecer a privados (otra contradicción: crean a escondidas empresas privadas para ellos mismos, pero están en contra de las empresas privadas de los demás), para enriquecerse con sus amigos malhechores, abastaciéndolas irregularmente con el dinero público mediante “contratos” fraudulentos, comisiones ilegales e inversiones insostenibles para la región, pero que llenan las alforjas de sus cómplices en el crimen.
La izquierda, estamos hablando de toda la izquierda partidaria metida en política, ha cambiado de nombres como de trampas en cada proceso electoral, buscando ingresar delictivamente al Estado, a cualquier nivel de gobierno, con tal de “mamar”, con tal de succionar impuestos hasta empacharse. Y con ese comportamiento habitual, repiten y repiten sus odios internos, sus cóleras externas y sus mezclas escandalosas de alianzas infecundas.
Creo lo mismo que me dijeron esta mañana en la radio: Lo mejor que le puede pasar al Perú, es que desaparezca totalmente la izquierda “esa”, de los partidos “esos”, de la política “esa”.