Parecen páginas humorísticas, otras veces de reportes policiales, en otros momentos compiten con la farándula. Esa es la secuencia diaria que leemos, escuchamos o vemos en diversos medios de comunicación cuando se trata de la política y los políticos peruanos. Y no me digan que no generalice, porque las excepciones, confirman la regla.
La culpa de este drama cotidiano tiene dos responsables. Primero, los artistas de la escena, los políticos o los que dicen serlo. Segundo, los medios o poniéndolos en el mismo plano que sus víctimas, los que dicen ser medios de comunicación.
Ahora, estos protagonistas de la escena contemporánea salen haciendo declaraciones sobre diversos temas, en especial referidos a la bancada que los nominó para representarlos en un Poder del Estado, a los supuestos derechos inalienables que poseen, y en verdad, hablan cualquier estupidez y se creen luminarias del saber. Repito: hablan y hablan como si sus palabras fueran de trascendencia o interés nacional. Dios nos libre.
Pasemos a otra vereda, la de los rojos, los comunistas, los marxistas leninistas pensamiento Castillo, Cerrón, Bellido o Bermejo. Ellos sólo viven para protestas, marchas, incendios, acusaciones, pedidos de cierre del Congreso -ahora lo hacen, antes lo rechazaban-, y cuando van al voto o a sutentar sus “decisiones o impulsos”, no los encontramos en el hemiciclo ni en ningún lado para que confirmen sus intenciones e iniciativas. Dan un paso adelante y dos hacia atrás. Hipocresía caviar, miedo subversivo.
No conozco ningún proyecto de ley de trascendencia nacional que haya nacido de ellos. Tampoco algún aporte a la incorporación de lo informal a lo formal, ideas para aumentar las capacidades productivas de la gente, ni siquiera una propuesta para el desarrollo. Así son pues.
Y en veredas paralelas, los del gobierno, esa suma de los que fueron de otros partidos coche bomba, merodean en la defensa de lo negativo que realiza el poder ejecutivo. Es una especie de oposición interna, algo rosa, y oficialismo de conveniencia.
Legislar, no saben legislar. Y los pocos que impulsan o presentan incitativas parlamentarias importantes, viven como ahorcados por la cantidad de sucesos que ocurren y la poca prioridad que les dan a sus ideas.
Algunos dicen que no nos quejemos de los políticos que tenemos, porque reflejan a la sociedad. Me resisto a limitar mi malestar y me quejo ahora, como ayer y seguramente mañana, porque es mi deber ciudadano. No se trata de un partido, hablamos del Perú y el Perú, no merece esos rostros, peor esas voces de retroceso, ignorancia y resentimiento.
Construir un buen partido político requiere conductores que no sean protagonistas electorales, sino dirigentes, administradores y gestores de organizaciones que incorporen gentes que destaquen, no que acumulen sentencias o escándalos.
Esa es la gran tarea de toda la vida, estructura política partidaria, dirigentes y equipos con una agenda diaria de trabajo y un seguimiento de las políticas públicas para generar iniciativas que las reperfilen constantemente y también, canales democráticos para que los mejores y más capacitados lleguen a ser representantes como autoridades electas o designadas.
Selección de lo mejor, eso es apuntar a la democracia y fortalecerla.