Es el mes de Halloween (jalowin en idioma de los “espertos” del lenguaje inclusivo) que tanto celebran niños y no tan pequeños, ocurren hechos singulares y se suceden actos que ya se hacen costumbre en los extremos, porque van desde un terremoto político -como el del dictador Velasco Alvarado- hasta la belleza de la gran procesión de nuestro Señor de los Milagros. Mes de brujas donde los creyentes celebran también en una misma noche, el Día de la Canción Criolla y nadie se molesta, porque en el Perú de los simbolismos y fanatismos, todo es posible, del canto de barrio con cuchara y cajón, al ritmo de las cadenas y golpes de batería rockera que salen en minifaldas, máscaras oscuras y maquillaje de cementerio, miles de niñas y jóvenes con ansias de baile y coquetería barrial en una mezcla de mezclas y división de gustos extremos. Es el enredo de la alegría por celebrar lo criollo, el jarrowin y algo más, como siempre se hace en el Perú, con dos más.
De tantas máscaras y antifaces, los políticos y eternos candidatos viven su propio “Halloween” cada mes del año sin necesidad de usarlas, porque las llevan impresas sobre la piel, en todo el cuerpo, en las manos que son garras manchadas de sangre apretando fajos de billetes sucios, también manchados de sangre. Hay que entender que no se trata de que octubre sea un mes donde brujas y fantasmas asumen el protagonismo o el susto, porque las hechiceras y los mutantes de la política nunca descansan en sus males, sino que este octubre en especial, los destructores del Perú van con todo, en ritmo de ataque, agresión y subversión, a jugarse las últimas monedas de sus limosnas y yapeos para tumbarse al que gobierne, sea bueno o malo, para destrozar la poca institucionalidad que queda y para desprestigiar a cualquiera que sea referente en su hogar, en su pueblo, empresa, asociación o esfuerzo colectivo, si es que no es de la izquierda del odio, la horda caviar, la peste progre, la red extremista de los medios de comunicación al servicio del asolapado comunismo que se reinventa con rostros de resentimiento y mensajes de violencia constante.
Allá afuera, hay varios monstruos queriendo ser presidentes para pasar de la herida al golpe fatal, y eso, no lo podemos permitir nuevamente, nunca más, porque las izquierdas no pueden ser una respuesta, siendo la peor condena.

