Apelando a la nobleza del búfalo, me voy a atrever a jugar de manera irreverente haciendo imaginarios paralelos. Por ello, si hiciéramos un símil con la cultura judeocristiana, el adviento, que proviene del latín “adventus redemptoris” o bien, “venida del redentor”, se trata del primer período del año litúrgico y consiste en tiempo de preparación para la llegada del Salvador.
Por lo tanto, a cuarenta y cinco días del 22.2.22 estaríamos al inicio del período de “adviento” aprista, que como sabemos no existe en la formalidad, pero si lo creo necesario en los “puros y sinceros que juraron jamás desertar”, para llegar con la mejor actitud al día central de sus celebraciones en este 2022, el Día de la Fraternidad.
Si el adviento aprista se viviera al estilo agustiniano, sería con la lectura de las obras completas de Víctor Raúl y libros de fundadores del aprismo. Acompañando, para agudizar “la meditación”, con revisión de dos períodos de espacio-tiempo-histórico: desde el 7 de Mayo de 1924 hasta el 2 de Agosto de 1979 y desde el 10 de Abril de 1985 hasta el 17 de Abril del 2019.
La característica agustiniana de profunda “contemplación”, base del método, permite alcanzar “el amor” y “la humildad” para recoger los sentimientos, tanto propios como de compañeros, para celebrar junto con los puros y sinceros, el real espíritu de la conmemoración.
Dicho lo dicho me sumerjo en el período de contemplación y ya les contaré que va surgiendo. Lo hago porque no quiero llegar indecentemente, por dentro y por fuera, a la celebración. No vaya a ser que se me quiera salir la actitud de alentar al “mejor gobierno de la historia del Perú” en la celebración del “mejor aprista de la historia del Perú”.