El Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina (ODSA UCA) difundió hoy el informe “Desigualdades sociales en tiempos de pandemia” en el que advierte que el actual contexto de cuarentena sanitaria es “dramático” para muchísimas personas en situación de pobreza o vulnerabilidad.
La sociedad argentina sufre -como gran parte de la humanidad- el avance de una
epidemia viral violenta (COVID19), de alto impacto dada la rapidez de su propagación,
la ausencia de estrategias previas de prevención y la precariedad de los saberes y
recursos orientados a su adecuada atención. El avance de esta pandemia ha obligado
en Argentina -al igual que en muchos otros países- a emprender políticas sanitarias
preventivas de aislamiento social forzado, con efectos regresivos “no deseados” en
materia socioeconómica.
Las decisiones de gobierno adoptada tienen como supuesto una predicción acerca del
crecimiento geométrico de la epidemia y de su letalidad, ante lo cual la mejor
estrategia posible, hasta tanto no se encuentre cura, sería dilatar la propagación de la
enfermedad para que el sistema de salud pueda absorber la demanda de atención
médica.
En este contexto, le corresponde a las ciencias sociales y a los sanitaristas
preguntarse sobre la plausibilidad de los supuestos, la pertinencia de las medidas, su
alcance e impacto, los costos presentes y futuros de las decisiones adoptadas.
Esto, no para negar la epidemia en contexto de crisis, sino para calibrar adecuadamente su alcance y perspectivas de evolución, así como los efectos sociales de las intervenciones que se llevan a cabo; en función, ni más ni menos, de contribuir a
establecer las mejores políticas que permitan organizar tanto el presente como el
futuro de nuestra sociedad, atendiendo a su presente crítico tanto como a las
necesidades del día después.
No es un antecedente poco importante que esta epidemia y las medidas sanitarias tienen lugar bajo un contexto de estanflación, crisis de deuda y parálisis económica estructural, a lo que cabe sumar la fuerte vigencia de una grieta político-ideológica estéril acerca de la “ontología” de los problemas que enfrenta la sociedad.
En este marco, la actual emergencia sanitaria pone en estado de crisis agravada a un
sistema socioeconómico desigual, estructuralmente empobrecido, no desde ahora sino
desde hace décadas.
El nuevo escenario paraliza aún más la inversión, los consumos y la demanda de empleo en la economía formal, a la vez que diluye toda expectativa de reactivación, afectando especialmente a la pequeña y mediana empresa, profundizando la relación entre informalidad económica, pobreza y exclusión social.
Si la situación social ya era “delicada” a finales de 2019, es de esperar que todo se agrave
aún más en los próximos meses. Incluso, el pobre debate político-metodológico sobre
si la pobreza por ingresos era a finales de ese año del 35% (INDEC) o del 40% (ODSAUCA), resulta a esta altura de los acontecimientos por demás desactualizado y distractivo.
En el actual contexto, las condiciones de vida, tanto los sectores medios bajos como del sector informal de la economía social, se deterioran aún más, y con ello, no sólo hay más nuevos pobres, sino que los pobres crónicos son más pobres.
Ojalá que el drama sanitario permita superar disputas ideológicas que pesan sobre los problemas estructurales de la sociedad. Entre ellos, cabe aquí llamar la atención sobre el desigual modo en que los sectores sociales pueden enfrentar los problemas de la vida cotidiana, asimilar las consecuencias sanitarias y proyectar el futuro en contexto de pandemia.
Y esto no sólo porque los accidentes, el dengue, la influenza y otras múltiples
infecciones que golpean especialmente a la pobreza -sin todavía una adecuada
atención del sistema de salud pública-, siguen siendo las principales causas de muerte
evitable en nuestro país, sino porque la parálisis económica generada por la
emergencia sanitaria golpea directamente a las poblaciones más vulnerables, a los
segmentos de la pequeña y mediana empresa, a la economía informal y a los
trabajadores precarios; es decir, a esa parte de la sociedad que no recibe un sueldo
regular ni una renta ni tiene un fondo de reserva con el cual hacer frente a la falta de
trabajo que genera la emergencia sanitaria.
A ellos han estado dirigidas las medidas económicas de emergencia del gobierno:
ingresos monetarios para hogares de menores recursos, trabajadores informales y
jubilados de más bajos ingresos; promoción de la asistencia a empresas para el pago
de salarios; suspensión o rebaja de contribuciones patronales; regulación del comercio
de productos de la canasta básica y control de precios; ampliación de la asistencia a
comedores sociales y del presupuesto para la obra pública; y relanzamiento de los
planes de créditos para vivienda Procrear.
La mayor parte de estas medidas implican mayores erogaciones fiscales (en línea con lo decidido por muchos países, aunque con rasgos más modestos en el caso local). Todas ellas buscan reducir los efectos de una acumulación de crisis sociales. Sin duda, la situación social sería peor sin esas transferencias, pero nada que implique a través de ellas habrá de cambiar el presente ni el futuro de los sectores más vulnerables a la actual acumulación de crisis.
Las privaciones estructurales que afectan a más de un tercio de la población no son
nuevas. En este caso, a los efectos sanitarios y económicos regresivos que genera la
pandemia se suman déficits estructurales: el hacinamiento, la degradación residencial,
la falta de servicios públicos sanitarios (agua, cloacas, etc.), la mal nutrición
persistente, la insuficiencia de los servicios de educación y de salud, la fragilidad de los
capitales sociales en juego, la ausencia de información valiosa, el mayor riego a sufrir
de ansiedad y estrés, la violencia social intrafamiliar a flor de piel.
En fin, no sólo estamos ante una epidémica sanitaria, también tiene lugar una nueva ola de pobreza estructural que golpea especialmente la vida cotidiana de los sectores socialmente más frágiles.
El actual contexto de cuarentena sanitaria es dramático para muchísimas personas en
situación de pobreza o vulnerabilidad, sea por la soledad o por los peligros de una
convivencia forzada, o por la falta de esos trabajos informales fundamentales para el
presupuesto familiar; así como también por la objetiva imposibilidad de contar con
condiciones que se suponen necesarias para cumplir con los cuidados sanitarios.
En este marco, aunque necesario, el aislamiento social obligatorio tiende a profundizar
efectos de exclusión para los cuales no ha habido antes ni hay todavía ahora políticas
de efectiva inclusión social, con el agravante que en el día después de la cuarentena, la
propia economía formal estará sumamente debilitada para emprender una rápida e
imperiosa reactivación.
La crisis de la deuda, la recesión y la estanflación, junto al aumento del desempleo y de la pobreza, continuarán siendo temas centrales de la agenda política.
Con el fin de comprender mejor el estado de situación actual, se presenta a
continuación una selección de indicadores estadísticos sobre privaciones sociales
precedentes a la actual crisis.
Se trata de datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina, correspondientes al segundo semestre de 2019. Esta información es analizada según la estratificación socio-ocupacional de los hogares, a partir de la inserción del principal sostén económico. La información da cuenta, no sólo de los déficits estructurales, sino también de sus desigualdades persistentes en una Argentina en donde continuar con la falta de acuerdos políticos estratégicos sólo llevará a profundizar la crisis económica y social, así como poner en riesgo las instituciones democráticas.
Por supuesto que es posible superar el dilema actual entre salud versus economía,
pero para ello es necesario poner en funcionamiento un marco de gestos y acciones a
partir de los cuales se puedan definir políticas de Estado -tanto para la emergencia
como para un desarrollo humano, social y ambiental sustentable- a partir de un
estratégico pacto redistributivo, para el cual el acuerdo político constituye una
condición fundamental, no sólo necesaria.
El Informe completo lo encuentra en http://uca.edu.ar/es/observatorio-de-la-deuda-social-argentina