Todos los estudios publicados tras las últimas elecciones europeas confirmaban la misma tendencia avanzada por el Ifop, referencia canónica en el campo de los análisis sociológicos: el 47% de los electores obreros y el 32 % de los empleados votaron al partido de Marine Le Pen, que consiguió el 23,31 % de los votos nacionales.
Esta relación entre el Frente Nacional y el mundo del trabajo viene de lejos: desde, al menos, mediados de los noventa. ¿Qué estrategias ha empleado el partido para tratar de implantarse en ese ámbito? ¿Cuáles han sido sus éxitos y sus fracasos?
Los resultados de Jean-Marie Le Pen en la elección presidencial de 1995 sorprenden por completo a la sociedad francesa: el candidato frentista logra un 21% de apoyo entre los obreros. Ni el Partido Socialista, que aún en 1988 aglutinaba el 59% del voto obrero, ni el Partido Comunista (PCF), que durante tres décadas, 1945-1975, había capitalizado el voto entre las clases populares, eran ya los partidos mayoritarios en el mundo del trabajo.
Uno de los estudios más conocidos de la época sobre aquel fenómeno fue el del politólogo Pascal Perrineau, quien lo describió como “izquierdo-lepenismo”, subrayando la fuerte implantación de la extrema derecha en los antiguos bastiones del Partido Comunista y las transferencias de voto entre la izquierda y el nacionalismo.
Tras ese resultado electoral, el Frente Nacional decidió cambiar su estrategia respecto a las clases trabajadoras: abandona el liberalismo económico al estilo Margaret Thatcher (modelo que hasta hoy promovía VOX) y se decide a crear organizaciones sindicales afines. “Nuestra relación con los sindicatos será la misma que existe entre el PCF y la CGT”, afirmó Jean-Marie Le Pen.
Se creó así el FN de los trabajadores ferroviarios, el FN de los empleados en instituciones penitenciarias, el FN de la policía y las fuerzas del orden, el FN de Correos, el FN de los trabajadores sanitarios y el FN de los docentes y maestros.
La apuesta que les hizo tener presencia en el mundo sindical se debe a Bruno Mégret, personaje clave en la historia del FN, cuya estrategia fue alejar a la formación de la etiqueta “partido de ricos” y convertirla en un “partido de masas”.
En 1996 Jean-Marie Le Pen arrebataba el monopolio de la manifestación del 1 de mayo a la izquierda, con un discurso lleno de guiños al movimiento obrero: “Es preciso saludar aquí la larga lucha de los trabajadores y los sindicatos por una mayor justicia, por más seguridad y por más libertad en sus puestos de trabajo. Saludemos la memoria de los mineros, los pescadores, los ferroviarios, los trabajadores de la metalurgia, todos ellos franceses orgullosos de su oficio en el que ven, no el instrumento de su servidumbre, sino el medio de su liberación”.
Ese mismo día un panfleto que se repartía en la manifestación rezaba así: “El Frente Nacional es el sindicato de los franceses porque defender al trabajador francés es protegerlo del Tratado de Maastricht, que congelará los salarios y provocará despidos”.
Si la política de Le Pen (padre) en los noventa pasó por crear sindicatos afines, la estrategia de Marine Le Pen se centró en penetrar en los sindicatos de izquierda ya existentes. A partir de 2011, la formación alienta la entrada de sus militantes en las organizaciones sindicales y hace propaganda de ello con el objetivo de asentar una idea: reclamarse herederos de las grandes figuras de la izquierda y del sindicalismo francés.
“Jean Jaurès sería hoy del Frente Nacional”, “Georges Marchais votaría hoy por nosotros”, venían a decir. O, como sostenía el vicepresidente del partido, Florian Philippot, en agosto de 2016: “Nos reconocemos en los avances sociales y el espíritu de modernidad del Frente Popular de Léon Blum”.
Fabien Engelmann, veterano sindicalista de la CGT, se presentó en 2011 como candidato del FN para las elecciones cantonales del departamento de Mosela, en la fronteriza región de Lorena. La reacción de la central sindical, cercana al Partido Comunista Francés, fue agresiva. Inició el procedimiento para su expulsión del sindicato y la sección a la que pertenecía pidió a sus trabajadores afiliados que desautorizasen a Engelmann.
Sin embargo, los cabecillas sindicales se toparon con la realidad de lo que era ahora el mundo obrero: los afiliados salieron en defensa de Engelmann. La CGT suspendió de militancia a la sección entera.
El caso conmocionó a los líderes de la CGT (que tan alejados de la calle estaban), al descubrir que en regiones del norte y del este del país existía una corriente creciente de simpatía hacia el Frente Nacional entre sus militantes.
Hoy la Agrupación Nacionalel (antes FN) es tan fuerte en el mundo obrero como lo fue el Partido Comunista francés en sus mejores tiempos. Marine Le Pen ronda el 47% de intención de voto en este colectivo´.
Todo parecía indicar que en España no ocurriría lo mismo. de hecho en una entrevista, Abascal aseguró que prefería Sarkozy a Le Pen porque a ella la “vota la izquierda de los barrios obreros”. pero las cosas han cambiado y VOX imitará a le pen.
El presidente de Vox, Santiago Abascal, ha anunciaba el sábado en La Coruña la creación de un sindicato en toda España “que protegerá a todos los españoles” y no estará al servicio de “causas ideológicas”.
“Muy pronto habrá un sindicato que protegerá a los trabajadores, a sus familias, a nuestros barrios, a la industria, que estará al servicio de los trabajadores y no de causas ideológicas”, ha avanzado Santiago Abascal en un acto de campaña junto al puerto coruñés.
Esta representación, ha explicado, “no se arrodillará ante los poderosos ni la nomenclatura comunista”, será sufragado por sus afiliados y responderá únicamente ante los trabajadores. “No se alimentará del trabajo de los españoles”, ha destacado, pues ha indicado que los sindicatos existentes se inclinan “al servicio de la izquierda” y sus “intereses globalistas”.
Yolanda Couceiro Morín
Bilbaína. Libertaria 100%. Colaboro en La Tribuna del País Vasco y Radiocadena Española