Día a día vemos cómo la humanidad prosigue un proceso de descomposición social colectivo profundo. Pareciera como si la lógica y la empatía estuvieran en vías de extinción.
En mi país, Guatemala, la semana pasada una familia no localizaba a su hijo adolescente. En redes sociales, fue patético leer la cantidad de comentarios insultantes, deseándole horrores a esa familia, porque no estaban enfocados en el Covid.
Cuando apareció el cadáver sin vida de esa joven víctima de un accidente, la gente continuó atacando a los padres porque “qué hacía fuera si estamos en pandemia”. Es como si el dolor ajeno no cuenta, a menos que sea por Covid. Es como si les fuese imposible pensar que hoy es esa familia, pero mañana pudiese ser la propia.
Pocos días después el Presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, fue diagnosticado con Covid. Si bien no soy partidaria de sus políticas, respeto que llegó a la Presidencia y no puedo alegrarme de que se enferme. Por ende, si bien critico sus políticas, no entiendo cómo puede la gente alegrarse de que se enferme sin darse cuenta no sólo del poco sentido de humanidad que reflejan, sino también del mal que es para el país que el Presidente no esté bien. Y no digamos, el mal que sería para Guatemala un rompimiento del orden constitucional.
Esa falta de empatía, está en la base de todos los males que vivimos hoy día.
Vean los vídeos de las protestas en USA de hace un par de meses de los Blacklives Matter (BLM) que destruyeron negocios de grandes marcas, donde laboran personas de recursos moderados, muchos de los cuales son de raza negra.
Y no sólo eso, también atacaron negocios de personas negras, como el de la señora afroamericana que sale angustiada y desesperada en un vídeo de YouTube, filmado en Washington D.C., reclamando a los BLM por haberle destruido el emprendimiento que con tanto esfuerzo levantó toda su vida.
¿Entonces, se habla de racismo luego que gente afroamericana ha llegado al espacio, a ocupar cargos de Secretario de Estado (Ministros), Embajadores, y dos veces electo Presidente del país más poderoso del mundo libre?
Empatía es la capacidad de ponerse en los zapatos de otra persona y entenderla. Es esencial vivir en paz porque nos permite comprendernos los unos a los otros, respetarnos mutuamente, y convivir como gente civilizada. Esa cualidad, parece estar en extinción. Cada vez más es “si no la ves como yo, estás mal y te acabo” lo que pareciera regir.
La lógica es la ciencia del raciocinio. El raciocinio es la capacidad de la mente humana de aprender, entender, razonar, decidir, y formarse una idea de la realidad. O sea, el pensamiento lógico es racional, no fantasioso, preciso y exacto, deductivo, analítico, razona con base a la información que posee.
El ser humano, cada vez en lugar de avanzar hacia una sociedad más justa con base a la lógica y la empatía, que implican respeto mutuo y tolerancia recíproca, se está volviendo más intolerante y restrictivo. Todo eso ha dado pie a que aumente la frustración social, la animosidad, el antagonismo, generando un terreno fértil para que el progresismo globalista socialista prospere.
La libertad individual se ve amenazada por la falta de entendimiento, agravada por discursos demagógicos que aprovechan esa animosidad e incomprensión para avanzar sus agendas ideológicas. Al final, las naciones terminan como Venezuela. Con sociedades oprimidas, subyugadas, raquíticas, explotadas y agonizantes, mientras que su clase gobernante es fuerte, robusta, rica y aparentemente imparable.
Somos nosotros, los Latinoamericanos, los que debemos decidir qué destino queremos. Qué sociedad queremos. ¿Deseamos vivir en armonía, respeto mutuo y con libertad individual? Si la respuesta es afirmativa, entonces es urgente que la humanidad rescate justamente eso: su sentido de humanidad, fortaleciendo la empatía y el pensamiento lógico.