La izquierda internacional, sea en América Latina, en Canadá, o en Estados Unidos, se manejan con base a un Lawfare descarado. Lawfare es, en términos simples, la politización de la aplicación de justicia.
Ninguna república, jamás, nunca, podrá sobrevivir o ser una verdadera república, si no existe separación de poderes y aplicación apolítica de la justicia. El balance de pesos y contrapesos sobre el cual se asienta una verdadera república, garantiza que ninguno de los tres (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) poderes podrá tener un poder absoluto. Los tres poderes se balancean entre sí, existen mecanismos constitucionales que establecen esos balances para que los tres tengan el mismo poder, y se fiscalicen entre sí.
Por ende, inevitablemente, cuando uno de los tres poderes está bajo el zapato de otro, el poder que obtiene es absoluto y por consiguiente, se corromperá absoluta e inevitablemente.
Venezuela es un ejemplo perfecto. El Ejecutivo tiene a los otros poderes bajo su mando, y es una vil y total dictadura. En Guatemala, durante la era Cicig, era Cicig la dictadura utilizando a todos los entes que administran la justicia en ese país. Era ese ente el que decidía que empresario, político o funcionario iba preso, luego del correspondiente linchamiento en redes que destruyó gente que luego resultó inocente. Violó el debido proceso, utilizó la Constitución como carta higiénica, interpretó las leyes como quiso y llegó a decir que estaba por encima de la Constitución. Era una dictadura judicial.
En los Estados Unidos hoy vemos claramente una dictadura del Legislativo. La persecución de los Demócratas contra el Presidente Donald J Trump ha sentado un claro precedente que el nuevo Presidente, Joe Biden, tendrá que afrontar tarde o temprano: está bajo las órdenes de los Demócratas en el Congreso.
Sea Nancy Pelosi, Speaker de la Cámara de Representantes, sea Chuck Schummer, Líder de la Mayoría en el Senado, los Demócratas más radicales han tomado el poder del Congreso. No existe ningún juez o funcionario que esté libre de persecución. Si pueden perseguir al Presidente del otrora país más poderoso del mundo, que pueden esperar los comunes mortales que habitan en ese país.
El circo es tan grotesco, que ahora dicen los Demócratas que quieren crear una comisión bipartidista tipo la Comisión del 11 de Septiembre (creada para investigar todo lo referente al ataque del 11 de septiembre 2001), para investigar todo sobre Trump. Especialmente, quieren investigar si existen llamadas entre Trump y Vladimir Putin, Presidente de Rusia.
El descaro de Hillary Clinton y Nancy Pelosi es tal, que pretenden perseguir a Trump por ese tema, pero jamás van a investigar Benghazi, los emails de Clinton, entre otros elementos. Todo para impedir que Trump se postule para la Presidencia en 4 años. Los Demócratas, bajo estas mujeres y otros líderes radicales de izquierda, quieren eliminar varios mecanismos establecidos por los Padres fundadores de los Estados Unidos, para mantener el balance de poder y ecuanimidad en su Congreso.
Quieren cambiar la Corte Suprema de Justicia para agregar Magistrados amigables que sirvan a sus propósitos: imponer el aborto, eliminar todo concepto tradicional de familia (incluyendo los términos padre, madre, etc.) y cambiar los fundamentos del tejido social que ha hecho de ese país lo que era, hasta hace pocos meses.
El reglamento para enjuiciar en el Congreso a cualquier funcionario ha sido violado. Los políticos y élites de ambos partidos Demócrata y Republicano, han dejado claro que sus dinosaurios harán lo que sea con tal de mantenerse en el poder, son capaces de cualquier cosa. Aniquilaron el sistema de pesos y contrapesos. La pregunta es entonces, ¿Qué puede salvar la república, y defender a la gente de su propio gobierno?
Y con esa ambición, esa desfachatez, esa saña, esa manipulación, y esa falta absoluta de visión, han asesinado la república más poderosa de la era moderna.