Es difícil entender por qué a la gente le cuesta tanto llamar a las cosas por su nombre. Lo que es bueno es bueno, lo que es malo es malo. Violar gente, la pedofilia, asesinar, robar sea a quien sea, coartar los derechos de los demás, atacar a la gente sin motivo ni razón, no respetar las leyes aunque sean ilógicas, y no entender que la libertad de uno termina donde inicia la del otro y viceversa, es malo. Punto. Así de sencillo.
Reglas básicas de convivencia pacífica, para la serena coexistencia en sociedad. No es química nuclear ni se necesita ser “culto” o “estudiado” para acatar dichos principios.
Con la llegada de la Comisión Internacional contra la Impunidad de Guatemala* (Cicig) les metieron en la cabeza que Guatemala era el “único” país corrupto o el “más corrupto” del mundo, y mucha gente lo aceptó sin chistar. Después de 13 años, en los que la mentada intervención extranjera en nuestros asuntos internos dio como resultado un enorme CERO, ya que el índice de corrupción no cambió, vemos más bien que esa farsa sólo sirvió para que Guatemala perdiera en todo sentido.
Perdimos económicamente porque empresas dejaron de invertir en Guatemala ante la falta de certeza jurídica derivada de la clara y absoluta politización de la administración de justicia, en todos sus niveles.
Perdimos social y culturalmente porque lo que hicieron fue polarizarnos al extremo. Siguiendo lo establecido por la Internacional Socialista y el Foro de Sao Paulo, cambiaron los libros de Historia para que la guerrilla fueran los Robin Hood de Guatemala, mientras que el Ejército y el sector productivo fueron demonizados. Nos han dividido, sembrado odio dónde no lo había, y sobre todo, saturado de excremento las mentes de los jóvenes que han crecido bajo ese adoctrinamiento bajo las narices de los adultos indiferentes o ignorantes de esa realidad. Gente que se ofende por todo, pero insulta a todos. Parecieran pensar que el respeto a los mayores o a sí mismos, el orgullo de saberse trabajadores y productivos, son cosas pasadas de moda.
Perdimos políticamente porque seguimos teniendo un cartón de lotería de candidatos a la Presidencia, y la gente sigue sin votar informadamente, sin molestarse en saber realmente si lo que lee es así, y sobre todo, dejándose llevar o por su hígado o por su corazón y no por su cerebro a la hora de votar. Tenemos lo que tenemos, y la otra opción tampoco era mejor. Y no se sorprendan si en 3 años estamos igual, o peor.
Perdimos nuestro sentido patriótico. El “GT es una m” abunda por todos lados. Hay poco sentido de país, orgullo ciudadano y somos bombardeados a diario, desde hace al menos una década, por medios que nos venden una cantaleta trillada de que Guatemala es lo peor que hay. Nos han vendido slogans, conceptos y definiciones erróneas y muchos por apatía, indiferencia o ignorancia, se las han tragado. Pareciera como si la gente tuviera pereza o miedo de pensar.
Mientras Guatemala sea un país libre, se vale pensar como cada quien quiera. Si quiere soñar con el Che, vociferar en redes y delirar con el socialismo mientras toma café en uno de los lindos Saúl, es libre de hacerlo. Como somos libres de decir lo que pensamos sobre esos temas, los que no estamos de acuerdo con ellos. Esos que critican lentes de sol pero aplauden la pérdida de Odebrecht. Esos que aplauden a la gente que tiene a la familia en el Estado, burócratas profesionales, que cobran sueldos de asesorías y ni van a trabajar, pero se quejan del nepotismo.
¿Cuál es el miedo a alzar la voz (al menos en el teclado del campo de batalla virtual, dónde se pelean las nuevas guerras), para decir soy ProVida, pro Constitución, pro despolitización de la justicia, soy pro propiedad privada, pro NO rompimiento del Orden Constitucional (no golpes de Estado), soy pro familia, pro Fe, pro libertad, pro gobierno pequeño, pro Ejército, pro patria, pro principios y tradiciones judeo-cristianas? Todos criticamos en privado y nos lamentamos de muchos temas, pero ¿lo manifestamos en voz alta?
Lo que hoy no defiende, lo llorará mañana.