Como muchos guatemaltecos de la Capital, crecí en una familia super agringada. En mi casa se celebraba Thanksgiving (el día de Gracias), muchas veces fuimos invitados a celebrar el 4 de Julio en el Club Americano y en la residencia del Embajador estadounidense de turno, no por ser oenegeros parásitos mantenidos, ni por ser políticos o burócratas, ya que todos los adultos de mi familia eran empresarios. Y ni siquiera, empresarios líderes de Cacif o algo así, si bien miembros de Cámara de Industria (mi padre) y de Camagro (mi tío).
Crecí viendo a esos dos grandes hombres madrugar uno a la finca y el otro a su empresa industrial, pagar sus impuestos a tiempo, pagar a sus empleados con todas las de la ley, asumir responsabilidades bancarias y afrontarlas responsablemente, eran gente honesta, franca, frontal, directa, ética, responsable, y productiva. Esa fue mi escuela.
Siempre siguiendo los principios republicanos por convicción, asimilé el liberalismo clásico en casa. Los conceptos de competencia, libre mercado, eran cosa fundamental y de sentido común. Admirábamos a los Estados Unidos como el país de la libertad, de la legalidad, dónde eran pocos los corruptos (no se sabían muchas cosas que hoy se saben), dónde ambos partidos buscaban los mismos objetivos y ponían el bien del país por encima del bien de su partido. Eran un ejemplo de república al cual aspirar que un día Guatemala pudiera imitar.
Aprendí a amar y apreciar a Guatemala desde mi casa, aunque siempre la comparaba con los Estados Unidos, saliendo mi Guate siempre mal parada. Eran otros tiempos, sin duda. Eran otros los Estados Unidos. Los Estados Unidos cuyos principios y valores se reflejaban en Happy Days, Ozzie and Harriet, los Picapiedras, Buscando novia a Papá y muchos otros programas en los que la familia era algo preciado, se atesoraba la inocencia de los hijos. El matrimonio era una institución importante, la educación era fundamental, y los estadounidenses reflejaban un amor a su patria realmente ejemplar. No eran patrioteros, eran patriotas.
Qué va de los Estados Unidos de hoy donde la polarización entre quienes aceptan como normal que se defeque en las calles, se robe siempre que no pase de $900, abortar es como ir al dentista, matar a un bebé recién nacido es considerado aborto, la fe es algo negativo y retrógrado que además es manipulado a conveniencia. A los niños se les mete el sexo por las narices y los vuelven adultos demasiado rápido. En contraposición con quienes aún conservan los principios y valores que hicieron de ese un gran país.
Parte de la generación de cristal se ofende de todo, hablan de respeto pero no lo dan, exigen tolerancia pero se imponen a los demás, no entienden que es ser mujer y que es ser hombre, aunque se sea homosexual. No entienden que la biología y la lógica sobrepasan los complejos. Y es la parte que grita más alto. La que estudia, trabaja y no vive de la victimización no hace bulla.
Por el conflicto armado interno causado por las ideas que el Che Guevara y Castro difundieron en algunas mentes acomplejadas en Guatemala, cuando inició el conflicto armado por los oficiales subversivos que se desligaron del Ejército para formar la guerrilla terrorista junto con intelectuales de la San Carlos que también se mancharon las manos, estudiantes del Colegio Monte María y del Liceo Javier que pararon siendo comandantes terroristas, y siendo una persona de formación y pensamiento Liberal Clásico, los odié con todo mi ser y amé a mi glorioso Ejército.
A mi no me contaron los abusos y crímenes de la guerrilla. Los supe aunque niña, porque se hablaba en familia, leía los periódicos, los manifiestos de los terroristas donde se adjudicaban sus porquerías y sus crímenes como medallas, igualitos a Al Qaeda-Fatah-OLP-Hamas-Hezbollah-Isis y otros. Aprendí a verlos como gusanos inmundos cuyas cabezas debían ser aplastadas, con los que no se podía negociar jamás. Tal y como ahora sabemos que lo son, requete comprobado.
Me ofrecieron una beca para Annapolis, pero mi madre no me dejó ir. Aprendí a disparar a los 13 años, a mucha honra. Comprendo y agradezco el sacrificio que fue para tanto jóven ir al monte a volar plomo y recibir plomo para defender la libertad de Guatemala y que jamás cayera en manos comunistas.
Cuando volví a Guatemala luego de 20 años fuera por trabajo y temas personales, me advirtió mi familia que no me metiera en política. Sin embargo, viendo lo que sucedía con Guatemala, desobedecí. Recuerdo cuando entrevisté a Thelma Aldana en el Enade 2015 y pensé que era una “fiscal de hierro”. Que equivocada estaba. La que realmente ha demostrado con creces ser una Fiscal de Hierro es la Dra Consuelo Porras, no la rata inmunda corrupta, ladrona, criminal de Aldana. Ama su patria más que su visa, no obedece a extranjeros y por eso tratan de acabar con ella.
Ahora, 7 años después, mi amor por mi país ha llegado a sobrepasar mi apreciación por los Estados Unidos. Guatemala es uno de los pocos países en el planeta donde todos esos principios de ese Estados Unidos de antaño prevalecen. Nadie con dos dedos de frente pretende que se borre del planeta, se trate mal, se desprecie o se castigue a quienes no son heterosexuales, ateos o que no crean en el matrimonio. Tolerancia significa vivir todos bajo este cielo, respetuosamente, sin imponerse unos sobre otros, en libertad. Cuando me dicen que soy pagada por Cacif o cosas así, me dan risa. Tengo muy claros mis principios, no los doblego por una visa, tengo visión de país y lucho por que sea próspero y libre pero sin perder nuestra esencia.
Lo que me lleva a la Comisión de Postulación. La Universidad Francisco Marroquín fue fundada para diseminar las ideas de la libertad en Guatemala. El mítico Muso Ayau, el gran Jesús Amurrio, el bastión que fue Giancarlo Ibarguen, se retuercen en su tumba de ver como han corrompido su obra. La Marro ahora es progresista, globalista y socialistoide, y lo demostró el Decano de Derecho, Lic Milton Argueta con su voto en favor de admitir las ilegales tachas sobre la Lista Engels contra la Fiscal Porras, que son además, irrelevantes para legislación nacional. Todo, por su visa y la de su familia.
Como si no supieran todos los que son amedrentados con eso que retirar una visa es un proceso largo (a Felipe Alejos por ejemplo Todd Robinson y Luis Arreaga se tardaron años en lograr quitársela), pero, se asustan y como avestruces entierran la cabeza en el agujero que les indiquen dejando el trasero de fuera… Vergonzoso.
Nota de Redacción: el presente artículo fue publicado originalmente en elsiglo.gt por nuestra destacadísima columnista Betty Marroquín, bajo el título “por una visa”.