Tras cinco tumultuosos ciclos electorales en tres años y medio, y un Gobierno que no duró mucho más de un año, el sexto Gabinete Netanyahu está listo para despegar y ofrecer estabilidad política al Estado de Israel.
La estabilidad política será el primer objetivo de este Ejecutivo, ya que es precisamente lo que ha venido faltando en Israel. Como en cualquier país, la inestabilidad hace sufrir a los ciudadanos, por lo que, independientemente del lugar que se ocupe en el mapa político, la estabilidad será un hecho positivo.
El estado de ánimo en algunos sectores de la opinión pública israelí recuerda al de los años setenta, cuando (1977) Menájem Beguín y su partido, el Likud, fueron elegidos por primera vez, desatando la histeria. Entonces como ahora, algunos israelíes están encantados de haber obtenido el Gobierno por el que votaron. Los seguidores de Netanyahu también se alegran de que un primer ministro del mayor partido político haya formado Gobierno, a diferencia de lo que sucedió con la coalición anterior, que principió con un primer ministro (Naftalí Bennett) que lideraba un partido con sólo seis escaños en la Knéset.
Excitado por los medios de comunicación, en su mayoría de izquierdas, el bando contrario a Netanyahu está atemorizado hasta el punto de que hay quien piensa que la comunidad LGBT se enfrenta a una represión al estilo iraní.
Ese temor es completamente infundado. Siempre hay opiniones extremistas en cualquier Gobierno, sea de derechas o de izquierdas, pero en general se trata de voces marginales. El ministro de Seguridad Nacional, Itamar ben Gvir, era un irascible activista juvenil procedente de los márgenes del mapa político. Sin embargo, hoy los israelíes le han elegido para que les recupere la sensación de seguridad personal. Aunque muchos temas compiten por la atención del votante israelí, la seguridad personal es uno de los fundamentales para ganar elecciones y colocar a la gente en puestos de poder.
Ahora el Estado de Israel tiene un Gobierno totalmente de derechas, que refleja la voluntad mayoritaria de los votantes. Mientras, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, sigue repartiendo papeles, y ya tiene que lidiar con descontentos en sus filas.
Los diputados del Likud Eli Cohen e Yisrael Katz se alternarán como ministros de Asuntos Exteriores. No es el sistema más sensato; ¿tendrán los líderes internacionales que conectarse a internet para saber quién es el titular cada día?
Asimismo, Netanyahu ha nombrado a uno de sus hombres de confianza, Ron Dermer, ministro de Asuntos Estratégicos. Se trata de un movimiento realmente inusual. Dermer no fue elegido diputado, pero ahora ocupa un cargo en el Gabinete. Sólo el tiempo revelará si el nombramiento dará sus frutos y si sentará un precedente para futuros nombramientos.
Por otro lado, Netanyahu ha estado brillante al nombrar presidente de la Knéset al único diputado gay del Likud, Amir Ohana.
Este cargo es uno de los siete símbolos oficiales de la soberanía del Estado. Mientras los observadores políticos esperaban a ver si Netanyahu nombraría presidente al moderado Ofir Akunis o al incendiario Dudi Amsalem, Netanyahu sorprendió a todos y eligió a Ohana, contradiciendo así las afirmaciones de que su nuevo Gobierno será homófobo.
Varios diputados han sido designados ministros sin cartera, lo que es una vergüenza, ya que el Gobierno debería dar prioridad a las necesidades de los civiles sobre las de los políticos.
La toma de posesión de Netanyahu, el 29 de diciembre, fue a la vez tormentosa y jubilosa, dependiendo de dónde se sentara uno en la Knéset.
A diferencia de Gobiernos anteriores, que dependían de acuerdos políticos tensos y artificiales y de mayorías estrechísimas, Netanyahu dispone de una cómoda mayoría y tiene más margen de maniobra. Aunque se vea presionado por los elementos más extremistas de su Gobierno, tiene margen para soportar esa presión.
El líder del Shas, Aryeh Deri, condenado por delitos fiscales, será ministro de Sanidad y de Interior, dos cargos importantes que plantean la cuestión de hasta dónde está dispuesto a llegar Netanyahu para aplacar a sus socios de coalición.
En última instancia, el verdadero enfrentamiento es entre Netanyahu y los medios de comunicación.
En cada una de las cinco rondas electorales previas, la lid ha sido entre partidarios y detractores de Netanyahu. Esta vez han triunfado estos últimos.
Netanyahu siempre estuvo seguro de que ganaría. Se adentró en el desierto de la oposición, esperó pacientemente su momento y regresó.
Este Gobierno se enfrenta a una avalancha de críticas antes incluso de haber empezado a trabajar. Pero es importante tener en cuenta que también cuenta con un gran apoyo público.
La gran pregunta ahora es cómo funcionará. ¿Fracasará, como predicen sus detractores? ¿O seguirá los pasos de Beguín, que llegó a firmar un tratado de paz con Egipto y desmintió los temores que imperaban en los años setenta?
© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio
Un artículo de Danielle Roth-Avneri, comentarista política israelí.