El incansable apetito por imponer la destrucción de lo que significa una institución -en este caso, la Policía Nacional del Perú- se ha vuelto obsesión en los grupos que se ubican en el gobierno, los mismos que no han seguido el curso que una Democracia exige, sino que se han impuesto por la bulla y manipulación secuencial de los medios de comunicación, las piedras y los odios que lanzaban gentes despistadas y el escándalo de algunas turbas que alquiladas por la corrupción, lograron generar otra vez más, la indiferencia masiva para que gane una minoría extremista, allí donde nacen los mayores errores de la historia: en las calles.
¿O es el voto, o es la calle? ¿O es la democracia o es la asamblea de los dirigentes? ¿O es un pueblo en Libertad, o es una masa en griteríos y violencia?
¿Interpelación a esta frase larga y las consecuentes preguntas? Respuesta: No son todos, es verdad, pero entre tan pocos, no les hacen caso. Es decir, hubo gentes, de toda edad y procedencia haciendo suya una protesta y eso está muy bien. Pero ni uno de ellos -los limpios, los honestos, los de voluntad- está siendo hoy en día respetado, porque los usaron quienes los empujaron al vacío.
¿Ha mejorado el gobierno en su ejercicio al que ha reemplazado, y al que a su vez ése reemplazó luego de ser vacado por corrupción el señor Vizcarra? No, al contrario.
Si hablamos de ejercicio del gobierno, hoy en día no hay nada, ni piloto automático siquiera.