Un don nadie, que al final termina siendo un don nada, pasó por la escena política sembrando odio, resentimiento, maldad constante y un agresivo discurso tan mal elaborado, que solamente con dinero podía convertirse en algo que se colocaba en titulares de medios comprados o alquilados, al servicio de un gobierno desastroso en todo.
Maquillaje de la mentira, adornos de lo irreal, eso era lo que a diario inundaba a los medios de comunicación, y en esa avalancha de “noticias” el supremo rey de la conspiración y la traición ejercía su poder, con un gran error: el creerse a sí mismo, alguien superior a los demás.
Rodearse de mediocres y mediocras, serviles y servilas, fue su catapulta.
Pero cerca de cien mil muertes, trescientos mil afectados como víctimas derivadas, abandonados por un gobierno absolutamente insensible, despilfarrador, ausente de identidad con el país, no son una simple muestra de tristeza, son una explosión en camino.
Ni una sola obra significativa en educación, salud, infraestructura vial o de servicios esenciales para los más pobres, nada; miles de millones tirados a la basura -al bolsillo de Odebrecht y sus aliados-, dinamitando la institucionalidad de cuanto poder del Estado le hacía sombra o peligro.
Sin poder legislativo, sin poder judicial, sin ministerio público, sin tribunal constitucional y con unas fuerzas armadas en silencio y complacencia, así hemos sobrevivido la arremetida contra nuestras libertades y la democracia, esa es mi opinión.
Demoler el pensamiento, no dejar que los niños se eduquen y que los jóvenes sean pasto de la fragilidad y no de la consistencia de valores y virtudes, abandonar a los más ancianos, destruir las familias…
¿Cómo subsiste alguien así? Controlando las mentes, adueñándose de las informaciones, hipotecando los medios a su servicio, contratando operadores de comunicaciones y campañas millonarias que subliminalmente hacen de la costumbre a la mentira, evidencia de una nueva sociedad retraída, condenada, fracasada.
Odio, voz y rostro de odio, actitud con odio. Pero el final de Vizcarra será como él, odiado y rechazado por todos, en especial, por las victimas de su violencia.