Volvemos a decirlo y con mayor seguridad: la evidencia no resiste justificaciones, los medios de comunicación generan cada día más desconfianza en la gente, tienen menos soporte publicitario privado y muchísimo menos suscriptores en todos sus canales (digitales, impresos y directos), le echan la culpa de su extinción progresiva a las redes sociales y a la falta de mayores subvenciones de los gobiernos y se empecinan en atacar impunemente a los que creen que les están afectando. Para colmo, no entienden que la crisis que soportan es imparable porque nace de una sola palabra, credibilidad.
Es bien sencillo y no se necesitan grandes encuestas: Por ejemplo, estamos frente a un puesto de periódicos en las calles céntricas de Lima o de cualquier distrito del país. Hasta hace unos años, no menos de diez personas se apretujaban temprano para ver los titulares de los periódicos colgados en sus portadas para atraer la compra de los lectores o curiosos del contenido de las noticias y algunos se animaban en adquirir el diario de su mayor atención o preferencia.
Y es que los medios tenían una línea propia y era reconocida, respetada o simplemente ignorada o rechazada, pero nunca menospreciada. Veías “tu diario preferido” y lo pedías.
Hoy en día, apenas se para alguien en el kiosko, pero para comprar una botella de agua, caramelos o un cigarrillo suelto. Ya no están los obreros, los estudiantes, el empleado público, un Policía o la gente mayor leyendo las portadas o hablando de las mismas, allí, de pie, conversando. Ya no están en todas las esquinas de los cruces de las avenidas los tradicionales canillitas voceando los titulares diarios: “caen los implicados, lea, lea” o el bullicio de antaño al gritar: “la pre, la cro, el co, hora” en relación a La Prensa, La Crónica, El Comercio, Última Hora.
Hoy en día apenas en alguna extraña calle pasa delante de los vehículos una señorita o un joven esperando que alguien le compre aunque sea un periódico, porque de las antiguas rumas que cargaban, no queda ni el recuerdo. Y no se trata del coronavirus, este virus de los medios es peor.
Vayamos a la televisión de noticias. Se han convertido en policiales de hora y media, noticias de sangre y recuento de acciones de puros pervertidos, para pasar luego a algún escándalo de la farándula o de un futbolista metido a placeres mundanos, tal vez a la política. Por supuesto, apenas dicen algo de lo que ocurre positivamente en el país o en la sociedad… pero eso, no vende, no genera audiencia ni rating; eso dicen, eso quieren hacernos creer. El alimento informativo no existe, la contaminación de la desinformación es lo que nos quieren dar para indigestarnos.
¿Y saben cómo cierran los noticieros? Poniendo videos de Youtube, o de alguien en Facebook porque los canales ya no producen noticias, sino que se cuelgan de los likes de cualquiera. ¡Vaya periodismo!
Además, para complementar los denominados noticieros, han proliferado unos programas de entrevistas absolutamente aburridos, correlacionados por intereses entre un canal y otro, compartiendo guiones y caseritos -los mismos “invitados” una semana y la siguiente semana o hasta de forma interdiaria-, programas de formatos copiados entre competidores, donde salvo una excepción, están conducidos por escandalosas, soberbias y muy limitadas personas -no les llamaría periodistas-, que se ponen a discutir con el invitado, buscando dejarlo mal parado de una forma u otra. No son entrevistas, es un pugilato de gritos y suspicacias, afrentas y honras mancilladas.
¿Escuchas la radio? Aquí sí hay una diferencia interesante. La increíble tendencia a poner una estación radial ha crecido exponencialmente en el país y en muchos otros de América Latina. Son estaciones pequeñas pero muy activas, que comienzan con noticieros madrugadores y mezclan programas musicales de audiencia creciente. Es una mezcla productiva y se focalizan en regiones o provincias para no depender de un discurso nacional. Sobreviven por “ayuda estatal” las radios más grandes, pero están siendo despojadas de audiencia y publicidad por las más pequeñas, las que no usan al gobierno como su caja financiera.
Como verán, los periódicos, radios y canales de televisión “tradicionales” aún respiran cuando el agua les está alcanzando la nariz, porque se empinan en sus pies de barro que se van derritiendo de a pocos así les regalen miles de adobes de dinero sucio. ¿Les queda poco tiempo? Sí, muy poco tiempo, felizmente.
Pero veamos la “confianza” ahora.
Nos reunimos -esta vez virtualmente- con veinte grupos de personas conformados por gentes de todas las edades, de veinte diferentes ciudades para conversar abiertamente, nada de encuestas dirigidas o “promovidas” por grupos de interés.
Ni una sola persona aceptó o declaró tener confianza en algún medio de comunicación en una nueva encuesta directa que realizamos en audiencias vía Zoom: confianza entendida como creer lo que dicen o publican los medios, confianza como considerar limpieza, transparencia y honestidad en sus programas o impresos, confianza como decir el nombre de un periodista que en sus columnas, en la radio o en la televisión sea o refleje un equilibrio informativo que permita saber lo que ocurre en el país y no, el que esté vendiendo “su” posición o la del gobierno de turno.
Insistimos: Así como la economía debe ser sostenible en el tiempo y lo verificamos con indicadores, los medios de comunicación sólo subsisten en base -también- a indicadores confianza de los lectores, escuchas y televidentes. Y ahora, eso no existe. Y ahora, la crisis es imparable como tendencia en todos los niveles.
Así como la medicina se basa en evidencias y genera medios para tratar a los enfermos y curar enfermedades, el periodismo tiene que basarse en evidencias para transmitir las noticias e informar a la sociedad para que no se enferme con la desinformación, el odio y la violencia que todos los días envían como ventilador de maldades.
Epílogo: Esa “prensa” se está extinguiendo y da paso al periodismo ciudadano, periodismo alternativo.