Hemos pasado de ser un país con destino y futuro, a ser el pasado desconocido de un proyecto que nadie lidera. Y puede que algunos se molesten y digan nombres de posibles gestores de un cambio, pero eso no reemplaza la verdad: no hay líderes, porque de lo contrario, los corruptos, los ineptos, los ladrones no serían siempre los que dominan al país.
¿Es la siguiente elección presidencial una posibilidad del cambio que se necesita? En los escenarios que se ven hasta ahora, NO.
Pensar que el próximo Presidente de la República pueda ser una buena persona, bien preparada y con sanas intenciones, es algo difícil de realizarse, aunque en el Perú lo imposible es un milagro que a veces existe. Sin embargo, hay que entender que una sola persona no va a poder hacer todo lo necesario para recuperar el camino de un país herido en el alma, sin rumbo, sin unidad entre sus propias gentes.
Lo peor que puede pasar es que surja alguien bueno, rodeado gentes perversas, porque repetir el drama que vivimos ahora, que alguien perverso sea el jefe de una banda de perversos, es un tema insuperable.
Estas horas exigen mucha prudencia y sensatez para que los que creen en la democracia dejen de lado tantas peleas absurdas, esas “diferencias” y fanatismos que no construyen y que más bien, fortalecen a los perversos, a los corruptos, a los que gobiernan.
Hay que derrotar a la corrupción enquistada en el ejecutivo y que se sostiene en estructuras regionales y en los medios de comunicación que se adhieren al odio y la violencia. Esa organización criminal es muy grande y diversa, y no se le hace la pelea con gentes divididas, sino, respetando cada identidad en unidad. El objetivo es derrotar a los corruptos y procesarlos, sin excepciones.
El Perú no puede permitir la presencia en Palacio de Gobierno, de una organización criminal, eso opinamos.