Uno de los peores momentos que vive la ciudadanía es cuando la desolación se convierte en el aire que se respira o ahoga –en mejores palabras- en cada uno de nuestros instantes de vida, frente al asedio y el acoso que un gobierno de ultraizquierda siembra sobre nuestras libertades. Pero parece que nos tocó el mundo de las costumbres impuestas, el paraíso de las libertades conculcadas, el infierno de la aplastante sumisión aceptada, porque no hay otra explicación cuando un pequeño grupo –disperso pero valiente- de jóvenes, adultos mayores y padres de familia, sobretodo de mujeres, sigue persistente y tenaz elevando sus voces contra “el camino al comunismo” que se sigue acentuando en el país, mientras duermen plácidamente los señores congresistas y sus partidos de temporada ferial.
Y entonces nos preguntamos una y otra vez: ¿Dónde están las fuerzas democráticas? ¿Dónde se esconden los miles de eternos candidatos, ex congresistas, alcaldes, regidores, ex ministros, dirigentes de partidos de todo color y devoción que nos han pedido que votemos por ellos a lo largo de los últimos cuarente años en nombre de la libertad y la democracia? Y peor aún, ¿Dónde están los que usufructuaron del poder como “técnicos o recomendados” viviendo de nuestros impuestos en una supuesta entrega al servicio civil?… silencio absurdo y silencio absoluto.
Vemos con pena y sin gloria, que todos “esos” de antes, que seguramente en alguna marcha querrán ser los “esos” de hoy, que se encuentran de Zoom en Zoom, dando explicaciones nada convincentes sobre algo así como que ellos son y serán la respuesta frente al desgobierno de Castillo. Es decir, los de antes, los fracasados, los frustrados y frustantes que fomentaron divisiones y permitieron la llegada de las marionetas del comunismo, quieren ser, cuando nosotros hayamos entregado nuestras “horas de lucha”, otra vez congresistas, otra vez ministros, otra vez los de siempre y eso, no va a a ocurrir porque sería ahorcarnos en nuestra propia cuerda del suicidio colectivo.
El Perú no merece la oposición que se autonombra hoy en día como tal, pero debemos soportarla un tiempo porque entre esa oposición y el gobierno, hay poco espacio limpio por descubrir y pocos esfuerzos por aplaudir, pero es lo que hay porque no se permite espacios de liderazgos, porque hay cogollos, mafias y grupetes mirando las sombras para ahuyentarlas, en vez de ampliar las convocatorias y reemplazar los miedos por ejemplos de valor y palabras de ejemplo.
Ni un solo partido está como un puño de fortaleza, ni uno solo. Ningún discurso es de unidad y convocatoria, ni uno solo. Todos quieren ser “él o ella” y no una fuerza democrática y popular que se convierta y sea reconocida como alternativa nacional de gobierno.
Ese es el drama que hay que vencer, porque sino, la apatía será como una cuarentena eterna.
El mensaje es que “el que fue, ya no es, no puede serlo”. Hay que dar paso e impulso a los ciudadanos, no a los sinvergüenzas.