Cuando anunciaron la recomposición de otro gabinete ministerial en el Perú, ya sabíamos que se trataba de “más de lo mismo”, pero los cómplices del desastre, es decir, los medios de comunicación, trataron de vendernos una vez más, la esperanza de cambio para el país.
¿Qué sucedió entonces?
Los Frenteamplistas lograron poner un primer ministro cercano a ellos (hasta nos han dicho que es un acérrimo militante de izquierda, no lo sabemos aún). Tan extraño es esto, que lo primero que hizo fue establecer la posibilidad de reincorporar al también Frenteamplista y decadente ministro de salud -en retirada- como una especie de consejero pagado por la planilla de un organismo internacional, esa especie de caja de fondos donde se inscriben numerosos burócratas dados de baja temporalmente.
Pero el teatro del absurdo no quedaba allí. Sumaron al “apostador de cadáveres” y Frenteamplista por supuesto (frustrado candidato al congreso) como asesor nuevamente, en estadísticas.
¿Quienes acompañan al primer ministro que no sabe sus funciones ni sus responsabilidades? Un ministro de defensa que tampoco conoce nada de gestión y dirección pública, un ministro del interior carente de formación para encajar en el puesto -por lo menos eso, pero nada- y entre tantas luminarias, una ministra de salud que es aliada de toda posibilidad de permanencia en el Estado, en el lugar que quede libre.
Entonces, sin planes ni programas, el gabinete sigue al garete, los ministros atacan a los ciudadanos, a las familias y a los trabajadores acusándolos de cualquier tema que pueda ser considerado perjudicial para la lucha contra el coronavirus.
Es un viejo guión, manejado por viejos izquierdistas.
Lo cierto es que ante el gabinete del Frente Amplio, los ciudadanos debemos pasar ya a la acción, con nuestras voces fuertes, con nuestra protesta pacífica, con las armas de la razón y la verdad, frente al gobierno de la mentira y el atropello a los Derechos Humanos.