Mencionamos varias veces que el populismo, la demagogia y la ausencia de liderazgo están pasando la factura al país (no al gobierno que vive en otra zona, la del millonario confort burocrático gracias a nuestros impuestos que hasta camisas, pantalones, zapatos y carteras les compramos).
De cada diez familias peruanas, solamente cuatro mantienen las tres alimentaciones diarias (desayuno, almuerzo y cena) mientras que otras cuatro tienen apenas una alimentación al día y en condiciones cada vez más deplorables, porque adicionalmente dos familias no se alimentan dos días a la semana.
El gasto en consumo de alimentos ha bajado un cuarto del total que el año pasado se destinaba en productos elementales para cada familia y lo que es peor, se compra muchísimo menos -por familia- pescado, carnes, aves, leche, menestras, verduras y frutas para ser reemplazados por harina, algún tubérculo y azúcar.
La realidad es inobjetable: caemos en niveles de nutrición infantil, crece la anemia, nos hundimos en niveles de subalimentación, pero para el gobierno todo es felicidad.
¿Quienes son los más afectados en este maltrato? Las familias del magisterio, de la Policía Nacional, de los subalternos de las Fuerzas Armadas, de los millones de desempleados por cierre de puestos laborales y empresas. ¿El gobierno no ve esta realidad? No le interesa, esa es la realidad y mantiene un ejército de empleados públicos sin trabajar, pero acosados para dar respaldo a costa de su despido.
En la otra vereda -de la irresponsabilidad legislativa-, el Congreso sigue generando leyes populistas y como el gobierno tiene miedo a censuras, investigaciones e interpelaciones, cede al aprobarlas, luego de un amago de soberbia y vanidad, para ponerse de acuerdo con los que nada saben de nada (congresistas).
Estamos en el péndulo más absurdo de nuestras vidas, en un lado los incompetentes, en el otro los ineptos. Ni siquiera un atisbo de mediocridad.