Un país a la deriva, hoy con un capitán de viejo rumbo, que consulta con los prismáticos antes que con el cuadrante. La escena es la siguiente:
El Congreso acuerda por una amplísima mayoría vacar al presidente reemplazante, el que entró por renuncia del anterior, al no querer ser vacado por las mismas causas generales de su predecesor: incapacidad moral permanente.
Cumpliendo todas las exigencias del debido proceso constitucional, en el primer y segundo caso, salieron a la defensa irracional, los mismos extremistas y oenegeros de la defensa de la primera causa perdida. Se solidarizaron de inmediato los mismos protagonistas de la defensa de dictaduras: Almagro, el de la OEA sobretodo.
Las calles irrumpieron en protestas sin líderes ni liderazgos, al parafraseo de “sin legalidad, ni legitimidad”. Lee, al parafraseo de…
Periodistas de bandos en pugna se enfrascaron en discusiones de popularidades y cobardías, supuestos razonamientos y absurdas constitucionalidades, dejando al periodismo en el desván.
El que gritaba hace años en su histérica ilusión “a la casa de Martha”, recibió la visita de los hijos y nietos –la generación equivocada dicen, yo no- de esa invasión callejera de gritos y arengas. Karma, le dicen.
Periodistas destetados, lúgubres lectores de noticias, mercachifles de las redes, pigmeos envueltos en sábanas de iras y odios, hoy quieren condenar como ayer sus pares condenaban, y hoy son condenados por una generación en crisis, pero activa, mucho cuidado, activa.
Alucinados agregados culturales, famélicas ubres de la nutrición violenta, dejen de joder al Perú.