Es difícil explicarse cómo los jóvenes no saben lo que sucedió en el Perú durante los años de terrorismo, si es que sus maestros no se los enseñaron, siendo justamente los maestros, víctimas de incontables ejecuciones ante la mirada atónita de escolares, campesinos y pobladores de un país olvidado pero jamás rendido.
Es difícil explicarse cómo hoy en día se tolera “escuchar” las opiniones de criminales que estando en prisión por asesinar a Policías, ejercen de oradores políticos frente a profesionales, intelectuales y estudiantes universitarios que por curiosidad, asisten a una sesión virtual.
Pero, es más difícil explicarnos cuándo dejamos nuestras responsabilidades para ser nosotros los que eduquemos en valores y principios a nuestros hijos, hermanos, vecinos y amigos, sobre la verdad de lo que ocurrió antes y lo sucede hoy en el Perú.
Y es que no asumimos un compromiso con la verdad, no interesa, da lo mismo si dicen cualquier mentira otros, porque “sabemos que no es cierto”… pero ¿Y nuestros hijos? ¿Y nuestros amigos?
¿Nos da curiosidad escuchar o ver vía Zoom a un asesino y a sentenciados por robarle al Perú?
¿Vamos a elegir a quien lleva sangre en sus manos y a quienes quieren incendiar la poca esperanza de Democracia y Libertad que nos queda? ¿Elegiremos por descarte una foto simpática, un maniquí maquillado de un violento militar o el puño en alto de la revolución del odio de la izquierda?
El crimen y el odio ya no pueden seguir gobernando el país, nunca más.