Paradójico país donde las innumerables fuentes de riqueza parecen nunca agotarse, donde las inocultables ambiciones y envidias políticas están debajo de uno, o a nuestras espaldas para hundirnos el puñal del odio y el resentimiento de los que gobiernan por designio de masas manipuladas y multitudes sin objetivos.
El Perú no merece a un gobierno improvisado, lleno de gentes ociosas que ni siquiera comprenden el significado de una transición en democracia, para asegurar y garantizar la gobernabilidad. No, llenos de soberbia y ambición, los que jugaron a la lotería sin comprar un huachito, recibieron la cobarde bendición de la prensa oficiosa y rentada con dinero público, de gremios erráticos que no defienden la libertad de empresa y por supuesto, de decenas de “congresistas” sin presente ni futuro que beneficie al país, sólo a sus bolsillos.
Incapaces, malolientes que despiden humores que obligan a alejarlos, ignorantes en todos sus dichos y atrevidos en todos sus hechos, que algunos califican hasta de delictivos, esa suma de bandas que componen organizaciones criminales, es lo que inunda un parlamento encogido cuando otras bandas, de otras organizaciones criminales, los rodean con violencia en las calles y con gritos frente a sus veredas.
¿Qué hacer entonces? Ustedes, nosotros, todos los peruanos somos las voces y rostros del Bicentenario, y tenemos la obligación de hacer una tarea ardua, constante, secuencial, en casa, desde la Familia, reconstruyendo diálogos, hablándonos cara a cara y no mediante usos virtuales.
Hay que leer y motivar a leer, pero no las porquerías que la prensa edita en papeles sucios, imágenes confusas o emisoras llenas de bulla. Libros, historia, literatura; libros que nos inundan y no los queremos sacar de la biblioteca para abrazar enseñanza.
Regala un libro pero antes léelo y a quien se lo obsequies, ayúdalo, motívalo a seguir leyendo.
Si desde casa no nos apuramos en fortalecer valores y virtudes, la degeneración de la violencia se hará cargo del futuro de nuestros hijos.
Todos los peruanos somos las voces y rostros del Bicentenario, no regalemos esa historia a las izquierdas, al odio y a la violencia.
Un primer mensaje: Mina, sí! Agro, sí!