Si de cada 10 personas que lamentablemente han fallecido en el país por irresponsabilidad del gobierno y a causa del COVID-19, siete son adultos mayores, peruanos de 65 años a más, uno podría pensar, con un poquito de inteligencia, que el foco de las campañas de educación, prevención, alerta temprana y contención, estarían enfocadas principalmente en esas poblaciones, pero, como todos son testigos, el gobierno del vacado por incapacidad moral permanente y el del actual, un poco menos que humano presidente, son el vivo ejemplo que no les interesa la vida de los peruanos que con su esfuerzo construyeron el Perú de hoy: nuestros viejos, nuestros ancianos, echados por al borda, abandonados en pobreza y olvido por el gobierno que prefirió ahorrarse unos soles para su bolsillo de corrupción, antes que destinarlos para infraestructura mínima de salud.
Hospitales “temporales” de tres meses, son un crimen de lesa humanidad, allí donde se construyeron y hoy ya no están, pero los muertos abundan y se acumulan. Tráfico de insumos a precios que multiplican sus costos reales, son una afrenta a la vida y la salud. Sueldos millonarios para el presidente y sus ministros, vice ministros y miles de funcionarios de sus partidos políticos, son la ofensa más grave que se ha podido verificar en la historia y nace la pregunta: ¿Qué merecen esos miserables que han matado cerca de cien mil personas y han condenado a ser víctimas de la orfandad, viudez y soledad a casi cuatrocientas mil personas?
Hoy este gobierno insensible, cómodo, burlón y represivo, nos dicta nuevas normas contra la vida y las familias, contra las economías más precarias, contra toda esperanza.
¿Saben que el tiempo es el mejor aliado de las reivindicaciones? Pues así será, y así serán procesados estos que han matado, que han destruido y robado. Y nada, absolutamente nada los exculpará.
fotografía, Ojo Público, Diego Ramos