Hemos llegado a un nivel que siendo lo peor, lo más bajo y ruin, no nos causa más escozor que decir que todo está mal y que nadie hace nada. Reconocemos el estado de crisis permanente y sabemos cuáles son las salidas, no es complicado deducir quiénes son los ladrones y quiénes son los corruptos, a quiénes los cubre el manto de la impunidad y de dónde viene todo este privilegiado sector de poder y de presión. No es complicado decir que como el anterior y el predecesor gobierno, la salida de los ignorantes es urgente y necesaria, porque de esa salida puede -aquí hay un riesgo siempre- puede venir la confianza requerida, la estabilidad en la gestión y la conducción de un país por el rumbo que hemos perdido hace décadas. El riesgo latente es que sigamos en la tendencia que los manipuladores medios de comunicación y sus oenegés aliadas ordenen, para que permanezcamos cuesta abajo, creyendo éstos operadores, que seguirán ganando dinero en medio de cada crisis y caos que alimentan, cuando eso es solamente un “ingreso de sangre ajena” y no el éxito de su trabajo y del impacto positivo en los lectores, radioescuchas y televidentes.
Vivimos una constante “esperanza” que no aparece convertida en un rostro, en varios rostros de liderazgo y convocatoria, sino que este rol ha sido en alguna forma asumido por los piratas de la democracia y una larguísima fila de acomplejados, ignorantes, usureros, mercachifles y aves de mal aguero que se untan de inteligencia ajena y una pasmosa deshonestidad intelectual. Sin embargo, la tendencia a la explosión civil es una realidad que no se puede esconder, que está aquí, allí y en todos lados. Entonces, si la salida no se da por los cauces legales, legítimos y naturales, se anuncia que algún detonante hará que la explosión civil se produzca en el momento menos esperado, con actores que no son los de las portadas y con un discurso absolutamente diferente, entre la verdad por construir y la mentira por aceptar. Ese riesgo es el que podremos encontrar muy pronto: vamos hacia lo mejor con dureza, o nos hundimos para siempre en el camino de las izquierdas del odio.
Es decir, si no nos animamos a ser, a participar, a estar, otros lo harán en la vereda contraria, para seguir hundiendo al país, porque esa es la fuente de sus ingresos: robar y huir, robar y dominar, robar y destruir.
Para volver a decir “Buenos dias Perú” hay que reconstruir valores, virtudes y principios, rápidamente, con educación y formación, porque todo -lo bueno y lo malo- depende de la educación y de la formación.