Alquilar partidos políticos que son solamente cáscaras y negocios oportunistas, comprar lotes de miles de firmas falsas, acudir a medios pre pago donde se publican populismos y cartas demagógicas, salir en alguna ocasión a un mercado donde se encuentran listos un par de docenas de “dispuestos a darte una sonrisa y un abrazo”, a eso se reduce la movilización de fantasmas para impactar, dicen, en los electores. ¿Pero, qué proponen, qué muestran para capturar la atención, para generar interés ciudadano? Puros gritos y susurros de maldades, insultos con odio e ira al expresarlos y una torpe agresividad que “creen”, construye autoridad moral y de principios.
Que hay imbéciles e ignorantes dispuestos a dar su voto por una lata de atún, un selfie por diez soles y un beso en la frente de nuestros ángeles de la guarda que aspiran bendecir al país desde Palacio de Gobierno, es cierto, como que también los educados indiferentes lo permitimos y dejamos pasar, y dejamos que lleguen, porque en el Perú nada es tan malo como lo que nos falta conocer y siempre, habrá algo peor que podemos experimentar para después protestar y luchar “antes que” llegue algo peor y así sucesivamente. Estamos como siempre, en un rumbo de torpezas y contradicciones en el absurdo del que no salimos hace décadas.
Tenemos en el espectro de la perversidad política, desde un inhabilitado y procesado Lagarto, pasando a una eterna perdedora de la izquierda del odio, un “15 días” ex ministro del Lagarto, hasta un cómico del que se ríen todos. Y también, más de tres docenas de “nadie sabe quiénes son” y nadie sabe como lograron que el Jurado Nacional de Elecciones les apruebe y autorice en el Registro de Organizaciones Políticas, con miras al proceso del año 2026. Nadie los conoce, no tienen dirigentes, carecen de líderes locales, regionales y nacionales, pero, son lo que hay y serán lo que habrá. Patética realidad, repetida novela.
A la indiferencia ciudadana, ahora se suma con fuerza el desaliento por el mercado de la porquería que se vende como insumo para nuestra nutrición cívica. Es increíble y lo sufrimos como símbolo de aceptación.
¿Qué queda entre tanta mierda? ¿Habrá un pequeño destello? Recemos.