Carta Encíclica “Fratelli Tutti”: Pensar y gestar un mundo abierto

Patricio @_USIL comienza una serie de resúmenes sobre la Encíclica que el Papa Francisco impulsa como mensaje de esperanza

La tercera Encíclica que se publica durante la gestión de Su Santidad Francisco, constituye un importante esfuerzo hacia el entendimiento de la humanidad por ella misma, desde su título “Hermanos Todos”, que es un símbolo y a la vez, una esperanza.

Por eso recuerdo que hace unos años, en una Misa con mi familia, el Padre que la celebraba dijo: “Hay que dejar de tratarnos como seres humanos, para querernos como seres hermanos, hermanos todos”, y eso me impactó tanto, como ahora leer progresivamente la nueva Encíclica, “Hermano Todos”, una conjunción de coincidencias.

Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud «si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» escribe Francisco.

Cuanta verdad y cuánta reflexión merecen estas palabras, en un mundo donde el individualismo y la falta de solidaridad predominan cada día, alejándonos del trato como seres humanos.

«Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro». Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar.

Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque «la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

Más allá, dice la Encíclica

Compartir no es sólo dar algo, es entregar todo cuando se tiene Fe, y esa expresión se encuentra muy bien descrita en las siguientes reflexiones:

Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro. Hechos para el amor, hay en cada uno de nosotros «una ley de éxtasis: salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser». Por ello «en cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo».

Pero no puedo reducir mi vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a mi propia familia, porque es imposible entenderme sin un tejido más amplio de relaciones: no sólo el actual sino también el que me precede y me fue configurando a lo largo de mi vida.

La relación entre amigos, en la pareja, de Familia, en el trabajo mismo, como personas dentro de una sociedad agitada por todo lo que nos exige cada día, no puede invadirse de egoísmos, de grupos donde excluímos por diferencias o generamos menosprecios. Somos, debemos ser abiertamente integrantes:

Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona no vive sólo por su relación conmigo, ni yo vivo sólo por mi referencia a ella. Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen. El más noble sentido social hoy fácilmente queda anulado detrás de intimismos egoístas con apariencia de relaciones intensas.

En cambio, el amor que es auténtico, que ayuda a crecer, y las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan completar. La pareja y el amigo son para abrir el corazón en círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos.

Los grupos cerrados y las parejas autorreferenciales, que se constituyen en un “nosotros” contra todo el mundo, suelen ser formas idealizadas de egoísmo y de mera autopreservación.

Es de entenderse y explicar la hospitalidad, el acoger al que necesita el abrazo, el apoyo, la comprensión, el escuchar porque sin decirlo busca ser escuchado, abrazado, apoyado, comprendido:

Por algo muchas pequeñas poblaciones que sobrevivían en zonas desérticas desarrollaron una generosa capacidad de acogida ante los peregrinos que pasaban, y acuñaron el sagrado deber de la hospitalidad. Lo vivieron también las comunidades monásticas medievales, como se advierte en la Regla de san Benito.

Aunque pudiera desestructurar el orden y el silencio de los monasterios, Benito reclamaba que a los pobres y peregrinos se los tratara «con el máximo cuidado y solicitud». La hospitalidad es un modo concreto de no privarse de este desafío y de este don que es el encuentro con la humanidad más allá del propio grupo.

Y finalmente -en esta primera entrega- un mensaje final, que parte del principio:

Aquellas personas percibían que todos los valores que podían cultivar debían estar acompañados por esta capacidad de trascenderse en una apertura a los otros.

Hermanos Todos, no es una tarea imposible, es un esfuerzo de alegria, de Vida.

P.E.C. @_USIL

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