El rol de la izquierda peruana es un desastre, se ambienta en un callejón de bajos fondos y en una cantina de pistoleros desenmascarados (casi como estar en una asamblea de esos sindicatos violentistas donde te imponen lo que el eterno secretario general y el defensa quieren para seguir dominando a los demás, que les pagan por esa dictadura del proletariado sindicalizado que anida en el alcohol y la pelea) y también, se hace de espacios en la academia o lo que parece ser la intelectualidad del mundo universitario, cuando en verdad es la mafia de los menos intelectuales, la logia de los menos preparados, el clan de los oscuros hijos de algún apellido descompuesto, que fracasarían en otros ámbitos -como por ejemplo, el privado- pero que logran un puesto de buenos salarios para dedicarse a “investigar” cómo seguir allí, quizás “por los siglos de los siglos” (sin amén), inventando problemas sociales y muchas respuestas insostenibles, que publican como enciclopedias al dispendio y el absurdo.
Ni un solo, ni una sola investigación o análisis salido de foros caviares, oenegés violentas, universidades rojistizadas o agrupaciones -dícese colectivos de la pequeña y gran burguesía barranquina y comeña-, han logrado, han tenido, han resultado positivos, provechosos, eficientes, eficaces y rentables. Ni uno.
¿Y porqué les sucede eso? Porque los caviares no tiene brújula intelectual, honestidad académica y valor de aprecio. Pero no es sólo eso, sino que toda la izquierda en el Perú, carece de verdadero patriotismo y siente un odio perverso hacia la bandera nacional, reemplazándola en sus actos por cualquier “mantel de fonda y de reyerta”.
Las izquierdas que se balancean entre el mundillo caviar y el artefacto explosivo de la subversión, están diseminadas tratando de encontrar una palabra, un líder, un mensaje, algo que las aglutine. No les prende esa mecha, como ya no encienden sus coche bombas o sus molotov buscando muerte y destrucción.
¿Ese elástico caviar-subversión esparcido, puede reactivarse? Evidentemente que sí y ese es un problema si pensamos que están acabados, cuando aún respiran inclusive bajo el lodo.
Hagamos unidad democrática y hablemos de unidad democrática, frente a la dictadura caviar que se impone entre sus huestes militantes de los medios de comunicación y quiere saltar hacia la democracia para asaltarla una vez más.
No se trata de Dina o Verónika, es peor lo que están armando los caviares, con la subversión de aliada.