El sistema democrático en América Latina parece una novela de amores tristes que nunca acaba, en la cual el protagonista principal siempre está cerca de lograr sus sueños, pero no puede alcanzar la meta porque aparece una catástrofe, un escándalo, un cataclismo o un virus capaz de llevar todo a otro rumbo, postergando la felicidad.
En nuestra novela política actual, Chile aparece esta vez con otra paradoja que nadie sabe cómo se llegó a producir cuando se anunció lo siguiente…
“El Presidente de la República ha convocado a un Plebiscito Nacional para el día 25 de octubre de 2020, en el que la ciudadanía definirá si desea una nueva Constitución y a través de qué mecanismo. Los ciudadanos que concurran a votar, dispondrán de dos cédulas para marcar su preferencia:”
Una que tendrá la pregunta “¿Quiere usted una Nueva Constitución?”, respecto de la cual se podrá responder:
- “Apruebo”
- “Rechazo”
Una segunda cédula tendrá la pregunta “¿Qué tipo de órgano debiera redactar la Nueva Constitución?”, en la cual se optará por una respuesta:
- “Convención Mixta Constitucional”, integrada en partes iguales por miembros elegidos popularmente y parlamentarias o parlamentarios en ejercicio
- “Convención Constitucional”, integrada exclusivamente por miembros elegidos popularmente.
Luego de este anuncio y el despliegue en los medios de comunicación, las izquierdas entraron en fagocitosis y presumieron de un triunfo que no existió. El denominado centro político, que en verdad es una centro izquierda, se unió al extremo, en la idea, en el imaginario que captarían mercado electoral a futuro si formaban una especie de “bloque democrático” que de democrático poco posee, dicho sea de paso.
Lograron un efecto interesante porque en un país donde las gentes no leen, no conversan, ni se educan políticamente, el perifoneo vende, el grito asusta, el panfleto “enseña”, aunque no comprendas nada. Y así, nació el sinsentido: “apruebo”.
En la derecha chilena, que tiene dos partes, la centro derecha comodona, playera, de fin de semana y ausencia en las marchas justas y necesarias, la que no vota salvo si la convencen con un “asado” y se angustia en la segunda vuelta, ocurrió lo de siempre: “que no saben por ahora, pero decidirán en el curso, y que si deciden ahora, podrían reflexionar en un futuro”. Póngale usted el calificativo. Así nació: “también apruebo”.
Entonces, dejando a esa centro derecha rosa, tenemos que en lo que se llama derecha auténtica, entre ellos José Antonio Kast, sí existe desde el principio una posición política definida: Se llama “Rechazo”.
Observen bien: todas las izquierdas violentas y negacionistas, todas las centro derechas intermedias de café y voz baja, van por el “apruebo” apoyadas por la maquinaria de los medios de comunicación, el peor enemigo de Chile.
Una sola opción de derecha y de grupos ciudadanos bien coordinados, van por el “rechazo”, apoyados por el mayor aliado de Chile: Las familias, los emprendedores y algunos centros de estudios conservadores y liberal conservadores.
Una lucha desigual, sin duda, pero hay que enfrentarla.
¿Qué va a suceder? Como en Chile se duerme mucho y se despierta con el agua al cuello -sino miren su historia política y los reveses pasados-, hasta hace un par de semanas la tendencia mayoritaria era el triunfo del “apruebo” pero Chile se despertó sin querer, cuando vio que existe una zona hermosa que sangra hace años por el terrorismo y de la cual pocos hablan: La Araucanía.
Unido a ello, los denominados “Camioneros” –con mayúsculas los valientes- se dejaron de silencios y marcharon a muchas ruedas para pavimentar la ruta del Rechazo, como un impulso, un desencadenante del “porqué vas dejar que tu país se hunda más”.
Así, las cosas han tomado un giro esperado, acercando mucho el Rechazo, al nivel del Apruebo y para que el Rechazo siga subiendo, se necesita una sola cosa: hablar a diario, no dormirse e ir a votar.
¿Qué se rechaza y qué se aprueba? Lo que está en juego es el ordenamiento legal existencial, la ley de leyes, la Constitución. De eso se trata, de destruirla y desaparecerla, o de reafirmarla y protegerla. No hay término medio.
¿Cuál es la mejor decisión? Mirar a tu patria y comparar dónde estaba antes y dónde después. Revisar cuánta desgracia se vivió antes (apruebo) y cuánto progreso y desarrollo se fue logrando después (rechazo).
Las preguntas no están bien escritas pero la realidad hay que superarla: rechazo el caos y la violencia, rechazo el retorno a la extrema pobreza y ausencia de libertades o se aprueba perder lo avanzado y se aprueba entregar un gran país a la anarquía y el comunismo vestido de seda. No hay otro camino.