El sistema previsional chileno es muy sencillo y a la vez, retador. Inspirado en un nuevo modelo, alternativo, supletorio o complementario al de reparto, ha logrado demostrar que es posible garantizar mejores perspectivas en las pensiones de jubilación y sobrevivencia, que los desfinanciados sistemas públicos de pensiones.
Con el paso de los años –van más de treinta- el mundo ha recogido la iniciativa del sistema privado de pensiones haciendo ajustes progresivos, perfeccionando el modelo, ampliando su cobertura y extendiendo nuevos productos alternativos a un mercado exigente.
El ahorro individual previsional, esa es la esencia, ha servido para alentar y promover inversiones que han transformado realidades y a la vez, le han dado retorno al dinero con rentabilidades jamás alcanzadas administrando otros instrumentos financieros.
Negar lo evidente, ha sido el esfuerzo vano y constante de sectores opuestos a la libertad económica y política de las personas. Por eso, la expresión empresarial de este modelo, que las AFP como administradoras de fondos de pensiones lideran, se ha convertido en el objetivo a destruirse, por parte de grupos extremistas y radicalizados en discursos de odio o hundidos en lo mismo de siempre, la envidia frente al éxito ajeno.
El paso del tiempo y el peso de la verdad, han demostrado la eficiencia y transparencia del sistema privado de pensiones, que aún sujeto a duras “críticas” no deja de demostrar resultados siempre positivos, como el inobjetable aumento del ahorro como producto del aporte y las rentabilidades logradas, garantizando así la oportunidad de pensiones cada vez más dignas y justas.
Por eso, y para hacerlo siempre sostenible en el tiempo, requiere un monitoreo y seguimiento que permita darle mayores fortalezas al afiliado y a las empresas, alineando intereses para que confluyan mejores resultados, teniendo en cuenta la longevidad de las personas y el mercado del trabajo en especial.
Chile ha presentado por intermedio de su gobierno, un amplio y retador conjunto de propuestas que sumadas todas ellas, aseguran en gran medida una esperanza previsional más sólida, el respeto necesario a la propiedad del ahorro y una base de oportunidades para ampliar la competencia.
Lógicamente los que no leen, los que caminan en sentido contrario a la libertad y los que buscan réditos electorales en base a discursos de miedo y alerta injustificables, han salido a criticar todo y no debatir nada.
Veamos un ejemplo para conversar. Se incrementará el aporte en un 4% a cargo de las empresas –en favor de los trabajadores-, aumentando así la proyección final del fondo en un 40% a alcanzarse evidentemente en un periodo de largo plazo, como debe de ser, si se trata de fondos de pensiones.
Este es un primer paso por cierto, ya que la realidad es mucho más exigente, en el sentido que una tasa adecuada de aportes conjuntos (trabajador y empresa) tendría que ir escalando hasta un 17 o 20 por ciento, para lograr en menos tiempo, una tasa de reemplazo mayor al histórico actual.
¿Es mucho tener que pagar en un futuro cercano por encima del 15% para crecer hasta el 20% en unos años más? De ninguna manera, ya que se trata del dinero de las personas, no de los impuestos del Estado. Y de la misma forma, abrir la decisión de retirarse a mayor edad, con mayor pensión de jubilación, es otro acierto.
Hablamos de propiedad privada, sentido de pertenencia, libertad. Es a eso a lo que le temen las izquierdas de todo calibre y color, también los variopintos matices de otras opciones a punto de extinguirse en medio de sus propias confusiones doctrinarias e ideológicas.
El Presidente Piñera ha sido pausado, ordenado y convocante en su propuesta, señalando que el fortalecimiento de las clases medias va por este rumbo, el del ahorro previsional. Y es verdad, es cierto, se reafirma en una estimulante oferta que puede consolidar a las clases medias y promover un mayor ascenso social.
Tener un país cuya base sea una amplia, robusta y sostenida clase media, significa dominar las palancas del retroceso para que no vuelvan a activarse. En este sentido, el soporte previsional tiene doble impacto por proteger con una cobertura de sobrevivencia incomparable al trabajador y su familia y además, por proveer una jubilación cada vez más cercana, igual o superior a su salario promedio.
Es así, que otro objetivo va por el lado de las lagunas o silencios en las aportaciones, allí hay un eje que destruye la secuencia y frecuencia del ahorro y es ese, ahora más que nunca, el componente primordial que se debe atender desde las AFP –en mi opinión- y no con leyes o normas desde el Estado o los organismos reguladores.
La secuencia y frecuencia de los aportes marca definitivamente el éxito o el fracaso de cualquier historia previsional y ese flanco, es el que aún falta completar en el estimulante y oportuno impulso al sistema previsional chileno que los demás países que lo han implementado, deben y tienen que seguir.