Para entender bien el proceso electoral que acaba de realizarse en Chile, se tiene que mirar la historia de una secuencia de mensajes políticos que se han ido sembrando a lo largo del tiempo en forma sostenible. Así, los mercados de mayor atracción –muy jóvenes y muy ancianos- sintieron que la sintonía iba con ellos y allí residió el respaldo necesario que se construyó para darle un tono de ultraizquierda “más natural” a la expresión política de Gabriel Boric.
¿Cuál fue la respuesta del otro lado de la balanza? Atacar los mensajes con disparos insensatos, minimizar las expresiones o descalificarlas absurdamente, no tener argumentos ni frases alternativas, repetir constantemente lo que genera malestar en la mente de los electores que no se ven favorecidos en la sociedad chilena por múltiples causas, propias y provenientes del Estado (y de los gobiernos), pero al fin de cuentas, excluídos de eso que se ve y se llama progreso, desarrollo y felicidad. Entiendan, se vendió una balanza, dos lados, no se iluminó un equilibrio.
Las campañas de Boric y el incansable José Antonio Kast, duramente menospreciado por los que debían de respaldarle sin asumir vocerías de “opiniones colaborativas”, fueron tomando un rol distinto en la segunda vuelta: los de Boric hablaban mediante académicos jóvenes de sus planes para la economía. Los de Kast hablaban mediante políticos de sus planes de acción política. Es decir, uno giraba abriendo el paraguas para intentar comprensión sobre sus yerros iniciales –o de toda la temporada-, y el otro repetía el cantar de la jauría que se le acercaba para seguir gobernando y de lo que se trataba en “esta” eleción era diferenciarse del gobierno, proponer otro gobierno y no ese cuento frustrante de defender el sistema que se está queriendo reemplazar.
Expliquemos: el gobierno es, en las mentes de los electores, el culpable. Entonces si quieres ser una alternativa popular de gobierno nacional, jamás puedes sonreírle al presente gobierno, al culpable de la continuidad de los males y pelearte cada minuto con tu oponente político y económico.
¿Boric planteaba un salario mínimo de 500 mil pesos? (algo más de 2,330 soles al mes) ¿Y todos los de la derecha se le fueron encima? Grave error. No se trataba de demostrar si era factible o financieramente posible, se trataba de un mensaje potente a los que ganan menos de esa suma cada mes; propuesta y no un juramento de compromiso, es política, demagogia, populismo, sí. Pero sobretodo es la voz, la canción que encandila y gusta de escucharse y apoyarse en una campaña tan latinoamericana como la que vimos, leímos o escuchamos.
¿Pero eso no está mal decirlo Ricardo, porque eso no se podrá cumplir y la gente no se molestará y protestará nuevamente? –me preguntan en un conversatorio post elecciones chilenas-. Mi respuesta es: No, no está mal, está muy mal, pero el aceite del motor electoral chileno necesita ser turbio para funcionar y una campaña donde tú le dices a todos que vas a acabar con los escollos que te impiden la felicidad, necesita ese tipo de lubricantes.
Mira bien: acabar con el ahorro previsional estatizando el esfuerzo individual para repartirlo entre los que no ahorraron o lo hicieron por muy poco tiempo, es populismo, pero vende ilusiones temporales y genera votos. Decir que la jornada laboral tendrá menos horas cada día, percibiendo mayor salario, es absurdo, pero de eso se trata, de mentir para ganar y luego, haces una fábrica de culpables para decir que si no cumpliste parte o todo de lo prometido, es por el odio de unos pocos sobre muchos millones.
Finalmente, ¿Kast debió mentir para captar más votos? La respuesta no existe ahora, es especular y hay mucho todavía por analizar, debatir y cuestionar. Es política, un mar de mentiras y un abismo de engaños, para seguir mintiendo y seguir engañando.
Nota de redacción: El presente artículo se publicó originalmente en Vox Populi Al Día https://voxpopulialdia.com/