Que la protesta o la rebeldía se hagan de las calles es algo natural si los canales de expresión popular se cierran, pero de allí a destruir para protestar, a matar para dar vida, o incendiar para sembrar el camino, es cosa de comunistas, de odiadores, de resentidos y de parias, no hay otra deficinicón posible. Pero en América Latina, sí puede ser realidad lo irreal y para este ejemplo, Chile se lleva las de ganar.
Indefendibles gobiernos provocan indefendibles actos ciudadanos de rechazo, es cierto. Incompetentes gobiernos abren las puertas de la impunidad a incompetentes actores de la agitación política que encaramados en discursos, poses y cargos públicos se hacen de la ira como una forma de capturas electorales, es también cierto. Pero en América Latina, sí puede ocurrir lo improbable como probabilidad y para este momento, Chile se hace de todos los números del premio.
Ningún argumento, porque no existe uno solo, se justifica o entiende para conocer cómo se destruyen ciudades y recursos en aras de manifestar una protesta contra lo que les falta a las personas para transitar, transportarse, vivir mejor o estar seguros frente a la delincuencia, si se destruyen las calles, si se incendia el transporte público y privado, si se arrasan y saquean los comercios y servicios, si se agrede a la policía y se hace del delincuente un nuevo héroe en nombre de la infamia y la cobardía. Pero recuerden esto, en América Latina, sí puede existir una secuencia de atrocidades hecha mérito, derrumbando todos los méritos que impedirían su aparición. Y para este mal ejemplo, Chile tiene los galardones colgando de la incompetencia que gobierna a escondidas, bajo la mesa, agachada, cobarde y complaciente.
¿Dias de memoría y celebración? Para ser imbécil, no hace falta gritar estupideces o apedrearse el rostro. Para traicionar valores y principios que edifican una nación, no hay que ser de izquierda solamente, hay que ir más allá, hacia la subversión por ejemplo. ¿No lo ven en Chile? ¿No miran, ni leen, ni escuchan lo que pasa en La Araucanía a diario? ¿Las víctimas de una supuesta reivindicación del campo, no son personas que merecían vivir en paz? ¿Es el denominado conflicto mapuche una lucha o una desgraciada manipulación política de las izquierdas por sembrar más odios y violencia desde lo rural para inundar las mentes de lo urbano? ¿No saben acaso de las relaciones que existen entre todos los grupos subversivos, terroristas de América Latina con sus pares “mapuches”?
La violencia no se celebra ni se rinden homenajes al retroceso y la cobardía política. La violencia y el crimen social no son ni lucha ni revolución. Por eso, el 18-O es una señal de alerta que no puede repetirse y ante la cual, las armas de la justicia, de la democracia y de la estricta y necesaria represión, deben siempre activarse y no rendirse: sea por la razón, o por la fuerza.