El año pasado -ese, el de las incontables y fracasadas Tomas de Lima-, demostró lo que es una evidencia insustituible: los caviares existen, están allí, merodeando, usufructuando en el Estado, tal vez en un puesto en el gobierno (en especial, les gusta la PCM, el Ministerio de Educación, el de Cultura y el del Ambiente), o quizás, van saltando entre gobiernos regionales o aplican a una municipalidad provincial rentable, muy pocas veces a una distrital, salvo que sea en Lima, donde buscan como sea el acomodarse con cualquier incauto que salió Alcalde y no sabe nada de lo que le corresponde en su ejercicio público.
Son rapiña burocrática puesta en escena, les aloca tener auto ajeno, chofer propio, vales de consumo, un celular de uso libre, las mejores laptops, gastos de representación (y no representan nada, ni a nadie), un salario digamos “por encima de otros”, que son funcionarios de carrera, porque sino, no les hacen caso o se sienten aturdidos en su status y privilegios. Los caviares, la izquierda del odio vestida de elegante ropa unas veces y de atuendos con logotipo de la institución muchas otras, son exquisitos sangrones, elegidos usuarios de “la teta del Estado” y llegan a pedir, zapatos, botines, botas, mochilas, carry-on, casacas tipo “Columbia” como mínimo, gorras, pantalones, camisas con su nombre bordado, junto al de la empresa pública, municipalidad, gobierno regional, superintendencia o ministerio, no importa, pero que esté y sea bordado. Son el pedido de un ajuar de novia que nunca se va a casar (y se llevan todo, para ellos, ellas y sus hijos).
Hoy en día, los caviares de la angustia, es decir los “sin chamba propia”, los yaperos (que feo status de miseria humana degradante y sumisión profesional “in extremis”), viven en la bipolaridad política más intensa que les ha tocado sufrir: tienen que trabajar y nadie les da chamba, están multidivididos entre ellos y ellas, comiéndose las uñas de sus desgracias, porque los han sacado de la televisión, del diario del túnel, de la radio del ascensor, de la municipalidad donde estaban en falsas planillas, en desempeños que también eran falsos.
No saben qué hacer para llamar la atención. Quieren sangre “derramada” pero que sea ajena, quieren y desean estar en las noticias, en los programas de la noche donde ya no los invitan o donde ya no están sus sucios socios o sus sucias socias (¿como la ven?).
Entonces se les ha ocurrido formar la “CC” o coalición caviar, un mamotreto de incapacidades donde los autodenominados “nuevos líderes”, son los mismos viejos dirigentes de siempre, los ex ministros de los gobiernos más corruptos de la historia, los sirvientes dirigentes políticos expulsados o abandonados de partidos en crisis y atomizaciones constantes, los mismos pelagatos de la deshonestidad intelectual.
Digan lo que digan o hagan lo que hagan, es el dinero público, es el del hambre del pueblo, lo que les hace participar en política como sea, inventando lo que sea, pidiendo limosnas a incautos, porque sus “fuentes” ya no les dan nada, ni un centavo más (que termina en sus lujosas casas de playa).
Hoy es primero de enero, pero en el lenguaje caviar, se llama a toda su vida legañosa, ociosa, pervertida, traidora, inconsecuente y plañidera: primero, sus bolsillos, primero sus orgías de poder, primero ellos y ellas, nunca el Pueblo, al que tanto usan de su nombre.
Comenzamos este año 2024, señalándolos y condenándolos a que todos sepan lo que son.