Para entender el Acuerdo de Paz de Colombia hay que hilvanar muchas aristas, desde todos los puntos de vista. No es una tarea fácil, es muy complejo el proceso si no vemos en toda su dimensión los antecedentes, el desarrollo y las proyecciones de este acuerdo que parece por momentos tambalear. Quizás por eso alguien lo denominó “el conflictivo camino colombiano”.
“El acuerdo estableció una serie de reformas que eliminarían las causas del conflicto. Para los líderes sociales, la implementación de este acuerdo se ha convertido tanto en una oportunidad única para transformar sus comunidades como en un enorme riesgo personal” reseña el ICG International Crisis Group (ICG) un centro independiente que realiza una serie de seguimientos sobre los principales focos de violencia en el mundo.
Para hablar de este tema y de cómo van las cosas en Colombia hasta el momento, la prestigiosa organización Diálogo Interamericano organizó una conferencia en línea: “Esperando la paz: Violencia contra los líderes sociales en Colombia”. El panel de discusión incluyó la presentación del nuevo informe del ICG, “Líderes bajo fuego: Defender la primera línea de paz de Colombia” y sobre ese informe y los ponentes Renata Segura, Deputy Program Director, International Crisis Group; Paul Angelo, Fellow, Latin American Studies, Council on Foreign Relations; Juan Fernando Cristo, Former Minister of the Interior, Colombia; Elizabeth Dickinson, Senior Analyst, Colombia, International Crisis Group; Adriana Mejía Fernández, Vice Foreign Minister for Multilateral Affairs, Colombia, y el moderador Michael Camilleri, junto al Director de Diálogo Interamericano, Peter D. Bell, vamos a dar algunos comentarios teniendo siempre presente el informe que mencionamos y al final reseñaremos para ustedes.
¿Cuál es el problema que afronta en mayor grado de riesgo el Acuerdo de Paz en Colombia? La respuesta directa es la agresividad sobre los Líderes sociales, que inclusive ha llegado a extremos de costar la vida de esforzados dirigentes colombianos, gentes que sacrifican sus trabajos, nombres y familias en aras de la Paz, pero viven acechados por la violencia que parece nunca acabar.
“Los esquemas de seguridad los convierten en objetivos inconfundibles. Las operaciones militares y policiales destinadas a acorralar y derrotar a los grupos armados, que en sí mismas son responsables de los asesinatos de muchos líderes sociales, pueden aumentar el antagonismo y la violencia dentro de las comunidades”
“La compleja burocracia, los casos judiciales sin fin, la dificultad para judicializar a los autores intelectuales y la corrupción institucional, todas fallas crónicas del Estado y el poder judicial colombiano, obstaculizan la efectividad de las respuestas del gobierno y refuerzan la percepción pública de que se está haciendo muy poco por proteger a las bases de la democracia” y allí radica la fuente de toda solución.
Dice el informe de ICG que “Colombia tiene algo a su favor que no debe subestimarse: la voluntad a través del espectro político para poner fin a la violencia selectiva. A pesar de los distintos diagnósticos del problema, el gobierno, la oposición y la sociedad civil coinciden en que los asesinatos deben parar y que los líderes sociales son una parte esencial para consolidar la paz. Pero sin una respuesta más rápida y de mayor alcance que los proteja y les permita hacer su trabajo, los líderes sociales y la ciudadanía colombiana pueden perder la fe en el proceso de paz destinado a protegerlos”.
Entonces ¿Por qué las víctimas son los líderes sociales, los dirigentes de comunidades? Y viene a colación el relato de algunos ciudadanos y analistas independientes a los que accedimos vía telefónica desde #MinutoDigitalPerú estos días:
“Colombia tiene los mejores discursos, las mejores fotografías para cualquier medio de comunicación, pero la peor película para sus gentes” mencionaba un reporte de #MinutoDigitalPerú desde Lima, al hablar de lo que hemos evaluado sobre el vecino país norteño. “Lo que ocurre en Colombia es, aunque podamos discrepar, lo que se denomina la necesidad de la violencia para legitimar esa violencia y tener espacios de dominio sobre la población. Se usa la violencia contra los líderes sociales para crear un ambiente de miedo y sujeción en una especie de “nuevo orden legal informal”, que suena contradictorio para los escritorios de los burócratas pero es la realidad. Eso lo sabe el gobierno pero no aplica estrategias de consenso sino una militarización social, eso es absurdo. Las fuerzas armadas no son un medio de beneficencia o asistencia social y por otro lado, las FARC, el ELN y los narcos, juegan a convertirse en la única opción de apoyo a los más olvidados. Esto es un tema de gobierno, no de quien mete más balas” decíamos hace años desde aquí, luego de estar en Colombia.
“En medio de todo estamos nosotros -clama Angel Abel- campesino y padre de siete hijos. Nosotros no sabemos qué hacer, a quien seguir, a quienes apoyar, porque todos nos hablan de paz, progreso y desarrollo, pero si nos sometemos, eso no es paz, ni progreso, ni desarrollo”
“Si no quieres colaborar con las FARC ya sabes que tu vida está en la mira de los grupos guerrilleros que no se han disuelto, porque viven de la alianza con los narcos” nos revela Juan Fernando, estudiante universitario en Bogotá y oriundo de las zonas de mayor conflicto. “Sin embargo -continúa Juan Fernando- no se trata sólo de zonas aisladas, es todo Colombia y no lo vemos”.
Y adicionalmente viene el tema del coronavirus…
“El COVID-19 ha exacerbado la inseguridad para estos líderes ya que grupos armados han explotado las restricciones a la movilidad para consolidar su control”
¿Qué se debería hacer? pregunta el ICG:
“El gobierno debe garantizar que quienes lleven a cabo ataques enfrenten consecuencias judiciales y priorizar la seguridad de las comunidades, particularmente al ejecutar operaciones militares. Debería ampliar los programas de desmovilización para grupos armados, y a largo plazo, llevar a cabo reformas rurales para reducir el alcance de las economías ilícitas”
Pero mucho cuidado, no se debe mezclar en un mismo concepto lo ilícito con lo informal. Hay que fortalecer el acceso secuencial a la formalidad, el derecho de propiedad, el derecho a participar en las deliberaciones desde núcleos comunales hasta los más altos niveles de gobierno.
Es un hecho que -por ejemplo- “grupos armados de las zonas rurales y urbanas reclutan niños y, a veces, usan alimentos para que acepten pequeñas tareas como mensajeros” y eso lo sabe el gobierno y los grupos politicos perfectamente, pero no realizan acciones de prevención y acción social directa, permitiendo que ello ocurra. Les están ganando la conquista sin echar balas.
Pero aún más allá: “Los grupos armados que buscan establecerse como autoridades locales de facto han impuesto históricamente normas sociales que definen como regulaciones morales. Imponen represalias, a menudo de forma violenta, describiéndolas como “limpieza social”, demostrando su capacidad de castigar a quienes no obedecen. Los líderes sociales que representan a la comunidad LGBT y los derechos de las mujeres enfrentan una grave amenaza en este sentido. Como dijo un líder trans, “El trabajo que hacemos defendiendo los derechos de nuestra comunidad nos convierte en un objetivo”.
¿Están tan organizadas las fuerzas contrarias a la Paz en Colombia? Sí, lamentablemente.
Y tratando el tema del coronavirus, el panorama se hace desoldador: “El brote de COVID-19 en Colombia no ha cambiado esencialmente estas condiciones, pero ha exacerbado los riesgos que enfrentan los líderes sociales. Las limitaciones a la movilidad como medida para mitigar la propagación del COVID-19 implica que los líderes permanezcan en lugares fijos, lo que los convierte en presas fáciles de posibles agresores”
Si nos preguntan ¿Habrá soluciones? la respuesta sigue siendo un SÍ rotundo. Escuchar a Elizabeth Dickinson y los analistas del proceso de paz en Colombia es darle voz a muchas razones y razonamientos. No son intérpretes desde el escritorio sino intelectuales por el entendimiento, que conocen el terreno y saben analizar los hechos teniendo en cuenta “todo lo que es necesario para hacer entendible el marco de las soluciones”.
Hablar de Colombia produce nostalgia si volvemos al dolor y las heridas de tantas muertes y tantos años sufridos, pero también produce esperanza y señales de oportunidad, si vemos que existen voces fuertes que necesitan ser acompañadas en este largo progreso hacia la Paz duradera que tiene un nombre convertido en emblema que se debe proteger, se llama: los líderes sociales.
Nota de redacción: En los siguinetes enlaces está el Informe completo del ICG y el video, en inglés, del Diálogo Interamericano.
https://www.youtube.com/watch?v=vtThGaCbSng&feature=emb_logo